LO QUE LA LUFTWAFFE APRENDIÓ EN ESPAÑA
Al hilo de la sublevación del 18 de julio de 1936 y de los amotinamientos en la Marina de Guerra, cuyas dotaciones sospechaban que los oficiales harían causa común con los insurgentes, Franco necesitaba urgentemente a la Aviación para transportar a sus fuerzas moras y legionarias desde Marruecos a la península. Hitler, jefe del Estado nazi, respondió positivamente al pedido de Franco, que le fue notificado en Bayreuth por los ciudadanos alemanes Johannes Bernhardt y Adolf Langenheim, tras volar desde Tetuán el 24 de julio. El Führer envió veinte aviones Junkers 52, capaces, cada uno, de transportar a unos treinta y cinco soldados desde Tetuán a la base aérea de Tablada, cerca de Sevilla, cuyos mandos se habían declarado a favor de los rebeldes.
Los aviadores que acompañaron a esos Junkers constituyeron el embrión de lo que más tarde se llamaría la Legión Cóndor. Hasta el final de la Guerra Civil, Alemania mantendría en España aproximadamente cien aparatos, y un total de diecinueve mil alemanes servirían a la causa franquista. Respaldar una fuerza expedicionaria a tan larga distancia resultaba una operación compleja y de naturaleza inédita. Sin embargo, la flamante Luftwaffe, “reinventada” por el régimen nazi a pesar de que el Tratado de (“Alianza de aviadores alemanes”) había elaborado una lista con todo el personal disponible de la aviación militar.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos