Encontramos el silicio en las estructuras profundas del cuerpo, allí donde células específicas forman el hueso o el tejido conectivo. Un buen aporte es importante para prevenir enfermedades músculo-esqueléticas como la osteoporosis, procesos inflamatorios o el envejecimiento prematuro.
Hace unas décadas se afirmaba que su presencia en el cuerpo era solo un vestigio de nuestro origen geoquímico (es el mineral más abundante en la corteza terrestre) o un contaminante que se colaba en el organismo.
La ciencia ya no habla con tanto desprecio, pero de momento lo cataloga solo como un «oligoelemento posiblemente esencial».