SIN CIENCIA NO HAY FUTURO
PARTE I GRANDES RETOS
Un puñado de material genético en forma de ARN envuelto por una capa protectora de lípidos y que codifica unas cuantas proteínas. Una esfera de unos 100 nanómetros de tamaño –un nanómetro equivale a la milmillonésima parte de un metro– que para sobrevivir y reproducirse necesita invadir las células del organismo donde ha penetrado y utilizar sus recursos, y que ni siquiera puede moverse sola: para saltar de un huésped a otro tiene que viajar a bordo de las diminutas partículas líquidas que expulsamos al hablar, estornudar, toser…
Eso es el SARS-CoV-2, el coronavirus que está sacudiendo a la humanidad, un enemigo invisible e inesperado para todo el mundo, menos para los científicos. Desde hace décadas, virólogos y epidemiólogos predican en el desierto: la cuestión no era saber si habría una pandemia similar a la actual, sino cuándo. Nadie los escuchó entonces –pese a los avisos dados por otros agentes virales– y ahora pagamos las consecuencias.
La constatación de nuestra inconsciencia puede tener algo bueno: a golpe de realidad nos dimos cuenta de que la ciencia es imprescindible –que tomen nota los escépticos del cambio climático– y de que debemos atender a sus advertencias. Sin ella no tenemos futuro ni posibilidad de legar a nuestros descendientes un planeta habitable. Para hacerlo, tendremos que apoyarnos en proyectos e investigaciones como los de las siguientes páginas.
La carrera para adelantarse a los virus
Marzo de 2019. Un informe científico elaborado durante cinco años por 250 expertos de 70 países para la ONU advierte lo siguiente: nuestra salud se verá cada vez más amenazada si no tomamos medidas urgentes y contundentes para frenar y reparar los graves daños causados al medioambiente. Un año después, una terrible pandemia nos obliga a cambiar
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