El arte que imita a la vida (y viceversa)
Parece adecuado que, en un año marcado por el confinamiento, el Festival de Cine Europeo de Sevilla nos haya traído tantas historias donde los encierros –voluntarios o forzados– son el escenario para las grandes reflexiones. Eso incluye las dos películas que más han brillado ende Cristi Puiu –Mejor Película–, que explora mediante larguísimas conversaciones los cimientos morales, religiosos y filosóficos de una sociedad aristocrática en decadencia, y la española de Luis López Carrasco –Gran Premio del Jurado–, un documental que se sitúa en el sacrosanto lugar patrio por excelencia –el bar– para recordarnos que la lucha obrera sigue siendo tan necesaria como lo fue en la Cartagena de 1992.
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