TELETRABAJO: LÍDER A DISTANCIA
Basta tirar del sabio refranero español para atinar con el porqué. ‘A la fuerza ahorcan’. Y a la fuerza, por obligación sobrevenida, quien más quien menos –como canta Sabina– se familiarizó en marzo de este año con la moda del teletrabajo. No una moda cualquiera. No como la de los pantalones acampanados, que fueron tendencia en los 90 y vuelven a serlo con el nombre reconvertido a flare jeans –la terminología anglosajona siempre vende más–. No como todo lo vintage, que despareció un día para volver décadas después revalorizado. Tampoco una moda pasajera, que hace mucho ruido y luego apenas deja eco. En estos meses de pandemia, el teletrabajo se ha revelado como tendencia, pero no efímera, ni transitoria, ni caduca, sino de las que perdura. De novedad ha pasado a ser costumbre. Y ‘la costumbre hace ley’ –de nuevo, el dicho popular–. Tal cual. El 13 de octubre entró en vigor en España la primera ley que regula el trabajo a distancia: voluntario, reversible y con los mismos derechos que el trabajo presencial, es decir, con derecho a la dotación de material, a la compensación de gastos y a la desconexión digital.
Con el pie cambiado
El teletrabajo ha sido exigencia ineludible para muchas empresas
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