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Camilo EL SESTO MANDAMIENTO

Apretaba con insistencia el sol de aquel mes de julio de 2018 en el que pasé algunas semanas cerca de Camilo Sesto para rodar el documental Vivir así que tuve el privilegio de dirigir con Dadá Films, y que acompañaría el que, a la postre, sería su último trabajo discográfico, Camilo sinfónico. Vestido con una elegante chaqueta azul eléctrico y blanquísima camisa de cuello mao, muy despacio y con una notable cojera, uno a uno Camilo bajó los escalones de su casa hacia el jardín. En aquellas charlas que tuvieron lugar durante cinco días hablamos mucho de música (algo que abría de par en par sus magnéticos ojos de intenso color azul). Le gustaba hablar de guitarras, de la forma de componer la canción perfecta, de melodía y armonía, de musas y de inspiración, porque, por encima de todo, Camilo Sesto era un compositor excepcional que amaba la música por encima de todas las cosas.

En la casa de Torrelodones, el lugar donde en algún momento de los años 70 Camilo Sesto decidió establecerse, el tiempo vivía detenido. Los muebles que rodeaban la piscina, las sillas y hamacas de mimbre, la cubierta de lona sobre los sofás del porche, las macetas de cemento, incluso los enormes árboles y el recién segado césped pertenecían a otra época, un escenario a medio camino entre la decadencia romántica y el puro desuso. Todo estaba en su sitio, todo perfectamente ordenado en un enclave singular e inmóvil.

Camilo me observa durante un buen rato. Una vez completada la revisión de su entrevistador, se acomoda en la silla frente a mí. Impaciente, juguetea con los anillos de sus finos y larguísimos dedos y ataca frontalmente: “Y, entonces, ¿qué?”, me pregunta tímido y curioso a la vez.

CANTANTE CON CARNET

Camilo Sesto nació como Camilo Blanes Cortés en una familia humilde de Alcoy (Alicante) un 16 de septiembre de 1946. “Estuve muy enfermo con tres años”, recuerda sorprendido, “con la mortaja preparada y todo. Hasta que una amiga de mi madre le dijo: ‘Dale una lavativa’.Y salí adelante”.

Camilo ya fue estrella desde el colegio. El coro de la escuela fue su primer escenario. Sabiendo que le robaría tiempo de recreo, el día de las pruebas de aptitud hizo deliberadamente una mala audición frente a los curas. “Mis manos eran incapaces de sufrir aquello” [empieza

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