LA TARDE CAE EN SICILIA, ITALIA, cuando Michael Shannon llega a la habitación en su villa para platicar con nosotros vía Zoom. Más que traer aspecto de “estrella de Hollywood”, su atuendo de shorts y una playera estampada lo muestran más como un “turista del mundo”. La respiración entrecortada de sus palabras descubre que ha llegado caminando hasta allí para nuestra cita, de la misma manera que su filmografía denota a un hombre que no ha dejado de avanzar desde su debut en un pequeño papel en Groundhog Day (1993).
En aquella cinta de los 90, que en Latinoamérica recibió dos títulos, El día de la marmota y El hechizo del tiempo, Shannon era un joven emocionado porque Bill Murray -condenado a repetir su día hasta aprender la lección de ser generoso- le regala boletos para un concierto y lo invita a hacer feliz a su novia. Su sonrisa y su gesto de celebración le brindaban al protagonista la sensación de una misión cumplida.
Tres décadas después, Shannon, de 48 años, no solo ha evolucionado como actor, sino que sus personajes suelen seguir siendo una especie de “aduana” a quienes le rodean, obligándolos casi siempre a definir qué tan dispuestos están a sacrificarse por alcanzar ese grial de conocimiento y madurez o de entregar su existir a la mediocridad, incluso a la oscuridad.
En (2023), que se estrena este verano, el tiempo es el de la historia de este héroe de DC Cómics, cuya habilidad para correr a una supervelocidad le permite saltar a realidades