LA SERENIDAD ANTE EL VINO
En la Huerta de Carabaña, ese pequeño paraíso en las afueras de Madrid reconvertido en restaurante tras la pandemia, Pablo Álvarez Mezquiriz (Bilbao, 1954) declina tomar un champagne de aperitivo. Dice que está a dieta. Lo hace, pese a su fama de hombre serio y discretísimo, con naturalidad y esa seguridad que le concede ser el responsable de una de las grandes empresas vitivinícolas del mundo: Vega Sicilia.
Pronunciar esas dos palabras evoca la misma sensación que la de conducir un deportivo clásico, lucir el mejor reloj suizo en la muñeca o a viajar en un velero por las Maldivas. Equivale a lujo. Sin embargo, parece que este bilbaíno licenciado en Derecho considera el halago con distancia y, por contra, tiene el don de hablar de una manera elegantemente directa. Digamos que, a diferencia de otras empresas privilegiadas del sector, él defiende que la esencia de su negocio está en el viñedo. Y esas raíces crecen al amparo de cuestiones tan terrenales como la lluvia o el viento. Es un tipo con los pies en la tierra porque, en
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