FITNESS Dates
Recuerdo que era jueves por la noche. Había quedado para una primera cita y, a los 15 minutos, estaba en el baño, quitándome un líquido blanco y pegajoso de la cara, el pelo y el ojo. Era magnesio líquido (malpensada), una sustancia que se usa en escalada para no resbalar. Sí, había quedado con ese ligue de Tinder en un rocódromo.
Cuando acabó mi última relación hace dos años, aterricé de pronto en el reino de “si te gusta, desliza a la derecha”. Desde entonces, he tenido broncas por un doble tic azul, mantenido más conversaciones insustanciales de las que puedo recordar y he conocido a infinidad de tíos idénticos que me cuentan historias idénticas.
El problema no son ellos, sino que este sistema me ha atrapado en un eterno día de la marmota del ligoteo digital. Cuando tienes que mostrar quién eres a través de seis fotos y una descripción, no es de extrañar que todo el mundo lo maquille hasta tal punto que los encuentros cara a cara casi siempre resultan un chasco. Y, como el carrusel de caras en
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