Reflejo
Apr 04, 2019
4 minutos
POR ZAZIL ABRAHAM
Tenía apenas cinco años cuando una tarde cualquiera, jugando en el parque, comencé a identificarme con el adjetivo “gorda” porque me sorprendí comparando mi cuerpo con el de mis amigas. Y debido a la influencia de ciertos factores externos, a los cinco años ya creía que gorda era sinónimo de dañada, fea, rechazada. Pensaba que había algo malo conmigo, y por lo tanto, ese algo tenía que ser cambiado para entonces poder ser aceptada y feliz.
Mantuve esa mentalidad hasta los 25 años, y por supuesto, en ese intermedio de 20 años, el 70% del tiempo lo pasé preocupándome por mi peso y mi aspecto físico. Sobrará decir que debido a la energía invertida en
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos