CRUCES ROSAS
Una vez que se sale de la Ciudad de México con dirección a Pachuca, se queda atrás la caótica urbanización que durante décadas creció sin ningún tipo de orden ni planeación. Los árboles y el pasto cedieron su paso al cemento y al hormigón, a los puentes y al asfalto con sus líneas amarrillas. A los edificios prefabricados, hechos en serie, los anteceden grises casas sin revocar o plazas comerciales genéricas, hasta llegar a los cinturones industriales con sus chimeneas al aire y sus grandes playas de estacionamiento. Es en esta parte, mitad orilla de la ciudad, mitad inicio de campo, en las apareció el cuerpo de una chica el 9 de mayo de 2012.
La policía municipal de Tecámac, en el Estado de México (EDOMX), reportó el hallazgo, que los reporteros locales de la fuente no dudaron en llamar “dantesco” y, claro, “macabro”. No era para menos, ya que las palabras no podrían alcanzar a describir el horror. Pertenecía al de una adolescente menuda, morena, que vestía ropa deportiva, con un fleco que casi le llegaba a los ojos y el cabello largo y lacio. Tenía la cara quemada por algún tipo de ácido. El líquido cáustico se le había vaciado en la nariz, la boca y los ojos. Además, sus muñecas y tobillos tenían marcas de haber sido atadas violentamente. Había sido violada en repetidas ocasiones, por lo que su vagina tenía serias laceraciones.
Olvidemos la imagen repetida en las películas y series policiacas provenientes de Estados Unidos. No
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