¿A dónde se fueron todas las bebedoras?
Es un viernes por la noche y Lucie Hilin no quiere beber. La estudiante de sociología de 18 años lleva una hora jugando Monopoly con cuatro de sus amigos de la escuela. Los billetes de banco están sucios de condimento de botanas y están esperando a que les traigan su pedido de comida china. No están brindando por la compra de cada propiedad con Prosecco. Ni sienten los efectos de una cruda de dos días tras una salida a mitad de semana. Es un viernes refrescantemente distinto a los que yo tuve de estudiante, cuando beber se consideraba un deporte competitivo. Pedíamos botellas de vino, tomábamos rusos blancos con vodka para pasar un buen rato e ingeríamos sidra hasta que nuestras sonrisas desprendían aroma a bebida afrutada. El alcohol no era un lubricante social, sino un súper pegamento, que nos unía a través de esos momentos en que le sosteníamos el cabello a una amiga cuando vomitaba e intercambiábamos historias vergonzosas mientras comíamos pizza fría o regresábamos a casa. Ahora, la cultura del alcohol está decayendo y las mujeres están liderando el cambio. Están dejando de beber a una velocidad más rápida que los hombres, lo cual se demuestra en una encuesta reciente que detectó una disminución del 22% en mujeres consideradas en riesgo por su consumo de alcohol, en comparación con el 18% de disminución en hombres. De la población femenina
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