Ataques cardiacos: nadie está a salvo
HACE OCHO AÑOS, cuando Tyrone Morris estaba a punto de cerrar la tienda de la que era gerente en Milwaukee, llegó al final de un pasillo y se encontró una pistola de 9mm apuntando directo a su cabeza.
“Ya sabes qué hora es” , le dijo el asaltante. “Es hora de darme todo el dinero de la tienda o te mataré”. Morris le entregó el dinero, pero el peligro no acabó ahí. “Mi corazón latía tan rápido”, recuerda. “No podía respirar y sentía dolor en el pecho”. Aunque había jugado básquetbol en la universidad y casi había llegado a profesional, su peso había aumentado de 86 a 145 kilos a lo largo de sus veintitantos años y había ignorado otros problemas de salud durante meses –falta de aire, presión en el pecho, aumento
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