SÍFILIS EL CASTIGO DE VENUS
abía alboreado el siglo XVI en Sevilla y algunos hombres impacientes aguardaban en los muelles del Guadalquivir la llegada de la Flota de Indias. Tenían todos en común un infierno de dolor en los huesos, bubas inguinales, repugnantes erupciones en las palmas de las manos y las plantas de los pies, calvicie prematura, pro blemas de visión, trazos en la frente o la nariz de que la carne se descomponía, y una primera noción de que aquel castigo que amenzaba sus vidas era consecuencia de su trata con mujeres de la mala vida. , médico español al servicio de , describió así la enfermedad: . A Europa entera la flagelaba la epidemia. De las Indias Occidentales les llegaba ahora el remedio, quizá porque Dios, en su infinita sabiduría, había hecho crecer junto a toda enfermedad su remedio –o eso creían–. Tenían pocas dudas de que su padecimiento tenía su origen en las Indias, como el guayaco que llegaba como antídoto. Para recuperar la salud era cuestión solo –aunque la realidad era distinta– de cocer en dos azumbres de agua, y dejar menguar dos partes, media libra de aquel tronco leñoso, que por sus propiedades habían recibido el sobrenombre de Palo
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