Vivimos en la era de la desigualdad. Pero no vivimos en la era de la pobreza. Las cosas marchan mejor que en otros momentos, la mejora hasta ahora había sido lineal, pero algo se ha roto y ahora, el ser humano se preocupa de su propia ociosidad y hace gala de su estupidez. Nunca antes habíamos visto tanta gente no haciendo nada productivo criticando todo cuanto ha permitido que ellos puedan hacer nada productivo. Nunca antes el riesgo de deconstruir todo cuanto se ha hecho hasta la fecha había sido tan notable. Nos guste o no, el mundo está cambiando a una velocidad notable y en dirección contraria. La gente se está acomodando a lo necesario a cambio de no decir nada, de no entrar en lo sustancial, y si lo hace, es bajo la directriz del que te garantiza esa comodidad. La rana, el cazo y el agua caliente a toda máquina.