Todo lo que vivimos en nuestras familias, todo lo que aprendimos de ellas, incluso todo aquello que no nos gusta y evitamos hacer, si no hay un trabajo consciente, dedicado y de amor, todo se repite, incluso aún cuando me estoy dando cuenta que la forma en la que estoy manejando una situación no es la más adecuada, porque se siente incómodo, porque hay tensión, porque el mismo cuerpo se pone tan rígido que no permite que pueda salir de la postura y ver otras formas, otras alternativas.

Así como le hablamos a los demás, es como nos hablamos internamente. Cuando juzgamos, cuando peleamos, cuando gritamos, hay activaciones, detonantes que nos llevan a reaccionar; pero esas jamás pueden ser excusas para agredir y maltratar. Pero no sólo al otro, sino a nosotros mismos, a nosotras mismas.