Entre 1987 y 1988, José Antonio Rodríguez Vega asesinó a 16 mujeres de entre 60 y 93 años, en Santander. Su apariencia y su labia le abría las puertas de sus víctimas, que aceptaban de buen grado la ayuda de aquel simpático joven, que se ofrecía lo mismo para arreglar la antena de la televisión que para hacer una pequeña reforma. Una vez detenido, manifestó un profundo odio hacia su madre que ninguno de sus hermanos logró entender jamás. Fue calificado de "psicópata" por los forenses que le examinaron. Pero él, haciendo gala de una chulería nunca vista, dijo que cuando saliera de la cárcel irían ante los médicos a pedir explicaciones. Eso, después de cobrar la enorme cantidad de dinero que pensaba que los medios de comunicación le pagarían por su testimonio. Sin embargo, el destino le guardaba una sorpresa. Fue asesinado por dos presos en la cárcel de Topas, Salamanca, el 24 de octubre de 2002. Uno de sus asesinos, El Zanahorio, se jactó del crimen ante las cámaras, afirmando sin rubor: "He matado al mataviejas".
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