El nacimiento de un bebé es en la mayoría de los casos un acontecimiento feliz, aún en los casos donde no se planeó, casi siempre es deseado y la familia genera expectativas, planes y metas, pero ¿y si ese bebé no cubre las expectativas que nos formamos? ¿Y si ese bebé no nace sano? ¿Y si su llegada a la familia más que una alegría trae dolor, rabia, miedo, incertidumbre y problemas familiares? ¿Eso lo hace menos valioso? ¿Eso nos convierte en malos padres? Ante la llegada de un hijo o hija con discapacidad u otra condición la mayoría de las familias desconoce que debe transitar por un duelo, que los sentimientos de miedo, rechazo, vergüenza y culpa son perfectamente esperados y que de la forma en cómo se permitan vivir el duelo dependerá la atención de calidad que puedan brindarle a lo largo de la vida.