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El Tao de la psilocibina
El Tao de la psilocibina
El Tao de la psilocibina
Libro electrónico206 páginas2 horas

El Tao de la psilocibina

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Según numerosos expertos, todas las tradiciones espirituales del mundo tienen en común el hecho de que utilizaban plantas u hongos psicotrópicos con fines terapéuticos o ritualísticos. En algunos casos, tal uso parece erigirse incluso como génesis de la tradición misma. Con el correr de los siglos, tal elemento fundacional y central acabó no sólo relegándose al olvido, sino incluso siendo mal comprendido, mancillado y despreciado. Hasta tal punto, que se lo terminó asociando a una suerte de anti religiosidad: cosas de brujos, de hechiceros, de seres diabólicos. La incomprensión se trocó en persecución y censura activa.

Todo parece indicar que nuestros tiempos verán el resurgir de una conexión olvidada, el renacer de una "tecnología de lo sagrado" que fue bien comprendida y muy utilizada por los antiguos. Una vez más el hongo nos dará su eterna lección: la vida que renace siempre de lo muerto.

Esta obra resignifica aquella conexión clave, enmarcándola dentro de una espiritualidad universal y transcultural. Un libro fundamental para todo Buscador de la Verdad que habite este siglo XXI, no sólo para entender mejor los enteógenos en su uso tanto psico terapéutico como espiritual, sino para comprender la esencia misma del Camino.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 abr 2024
ISBN9786310033440
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    El Tao de la psilocibina - Gerónimo Soleimán

    PRÓLOGO

    Hay un ser nebuloso nacido antes que el cielo y la tierra.

    Inmóvil, insondable, permanece sólo y jamás se modifica.

    Lo llena todo y jamás se extingue,

    girando perpetuamente, sin peligro,

    madre de todas las cosas.

    Desconozco su nombre,

    pero obligado a llamarlo de alguna manera, lo llamo Tao,

    el trascendente.

    Que trasciende significa que avanza;

    avanzar es llegar lejos;

    y el que llega lejos vuelve al lugar de origen.

    Lao Tsé.

    El Misterio. El Trascendente. El Sentido. El Camino.

    Estas y muchas otras traducciones han sido optadas, por los estudiosos del taoísmo, para encerrar la palabra Tao. Pero lo cierto es que la palabra china Tao no tiene una traducción precisa y unívoca. Después de todo, aquello que es contenido en tal palabra es, en sí mismo, vasto, misterioso, profundo e indefinible. Por eso no sorprende el que haya sido utilizada, a lo largo de siglos y por numerosas corrientes de la tradición espiritual oriental, con varias connotaciones.

    Tao, en chino, se escribe con los ideogramas «shou» (que significa cabeza) y «cho» (andar alternado, paso/pausa, avanzar). Muchas reflexiones pueden originarse en esta información. Tao es una conciencia rectora (cabeza), inteligente, sabia, que tiene un sentido profundo, manifestándose o procediendo en una alternancia yin y yang perpetuamente hasta el fin de la consumación.

    En otro dialecto chino, Tao se utiliza, y se escribe, como Dao. Esta última ha servido de base para la creación de la palabra japonesa Do, usualmente interpretado como camino, más específicamente, camino o vía de reintegración, de regeneración espiritual. El Tao puede ser visto, de este modo, tanto como el Principio del Cosmos, la forma en que se lo alcanza nuevamente cuando se hubo extraviado en la conciencia humana (el Camino), así como el fin último de todos los seres y la miríada de cosas que pueblan el universo. Es el alfa, el omega y la senda de evolución.

    Este Do es el término que ha sido utilizado para designar las grandes vías espirituales del Japón, de forma que al arte del tiro con arco —si era practicado como meditación y como vía de reintegración legítima, que involucraba todos los aspectos de la vida del practicante— se le llamó Kyu-do, o a la ceremonia del té, Cha-do. Las artes marciales que tuvieran una honda connotación espiritual, han acabado recibiendo la distinción de esa sagrada palabra, de modo que, por ejemplo, el karate comenzó a llamarse karate-do, el ju-jitsu mutó a judo y el antiguo arte del aiki-jutsu a aikido. Luego, el recinto en donde practican los que siguen el camino a través del arte marcial, es denominado Do-jo, el lugar en donde sucede la vía.

    Esta espiritualización de las prácticas, artes o deportes de combate, no es común en nuestros días. Hoy se opera el proceso, casi podríamos decir, inverso: una gradual desespiritualización, una pérdida del Camino de reintegración armónica con el Tao, una banalización, materialización y unidimensionalización de todo. Ese universo de Tao, de Do, es desechado por inoperante, en un mundo chato, competitivo, orientado a las cosas concretas y a los efectos rápidos. Parece no haber tiempo ni lugar para Tao, para Do. La ciencia, la política y hasta la filosofía nos sugieren que todo aquello es producto de un desequilibrio mental, es pura ficción, pura necedad. ¡Esta es la civilización material!

    Pero desde hace unas décadas las cosas han empezado a cambiar, muy sutil pero profundamente, para ciertas personas. Cada vez son más los que, por motu propio, deciden probar esto de reintentar una vida que tenga Sentido, que tenga Camino, que tenga Tao, que tenga Do. Esto se ha ido manifestando en numerosas áreas y aspectos de la vida.

    El mundo de las plantas y hongos enteogénicos o psicotrópicos ha corrido la misma suerte de desespiritualización, siendo usurpado por una industria farmacológica a la que no le conviene la existencia de tales substancias, en connivencia con una política que ha metido todo en una misma bolsa y creado leyes confusas. En este libro veremos que hoy día ya existe más de un fundamento científico y médico para comprender que, después de todo, estas plantas y hongos con propiedades que actúan sobre la conciencia son de hecho medicinales y terapéuticas, y que colocarlas en el listado de drogas adictivas y destructivas es el error más grande que se puede cometer.

    También veremos que prácticamente todas las tradiciones espirituales que hoy conocemos, antes se basaron en —o utilizaron conscientemente— plantas u hongos psicotrópicos como vía espiritual, es decir, enteógenos como Tao, como Do. A los hongos o plantas psicodélicas usadas con fines espirituales les ha sucedido históricamente el proceso inverso a las artes de combate orientales: han perdido su Tao y su Do originales. De modo que hoy, a lo sumo, quedan como meras diversiones, entretenimientos, formas de seguir evadiendo, evitando tener que enfrentar la propia conciencia, la propia soledad, la propia desesperante situación existencial. ¿No es esto la antítesis del Camino?

    Pero por su enorme potencial medicinal y psico terapéutico, ya a mediados del siglo pasado estas substancias han recaído sobre la mirada de psiquiatras y terapeutas. Tras una breve aunque prometedora investigación en los años 60, emerge luego una laguna de algunos años debido a las prohibiciones de la ley. Por fortuna, muchos prosiguieron con sus investigaciones profesionales, y hoy en pleno siglo XXI se está percibiendo un gran cambio de mentalidad respecto de este tema. De alguna forma la evidencia científica y médica es ya tan inequívoca, que las nuevas generaciones se dedican a rever absurdas legislaciones que estuvieron basadas en la llana ignorancia.

    El psiquiatra Stanislav Grof, tras más de cinco décadas estudiando incansablemente este potencial regenerador de ciertos psicotrópicos, ha plasmado todo su saber y su experiencia de campo, así como la historia y las evidencias científicas, en su libro El camino del psiconauta, el cual es una suerte de enciclopedia sobre el tema. ¿No podríamos ahora entender el título que este psiquiatra eligió como El Tao del psiconauta, o el Do de la psiconáutica? Grof ha guiado y documentado más de veinte mil casos de pacientes psiquiátricos que fueron tratados con macro dosis de psicotrópicos, como la psilocibina o el LSD. Los resultados son prácticamente todos positivos, al punto de resultar de enorme ayuda en muchos casos, así como rotundamente sanadores en otros. Como podría esperarse, la psiquiatría tradicional se ha mostrado recelosa. Pero la mentalidad ha cambiado mucho estos últimos años, porque hoy día tanto la evidencia científica como la médica, así como las experiencias de miles de usuarios legos, es tan grande que ya es difícil no reconocer lo obvio...

    Los agentes psicotrópicos contenidos en ciertas plantas y hongos, como el psilocybe, ayudan a una vía de regeneración. Tienen su Tao, tienen su Do.

    Este libro es un humilde aporte en la dirección de reestablecer la antigua alianza que existía entre agentes enteogénicos y espiritualidad legítima. Un intento por devolverle el Tao que la psilocibina una vez tuvo, o, mejor dicho, de darnos cuenta que en esencia jamás lo perdió. Sólo habíamos cerrado los ojos.

    PRIMERA PARTE. EL CONTEXTO.

    Capítulo 1. Introducción.

    Hay cuatro cosas supremas en el Universo,

    y el hombre es una de ellas.

    El hombre acata las leyes de la tierra.

    La Tierra acata las leyes del cielo.

    El Cielo acata las leyes del Tao.

    Y Tao, las de su propia naturaleza.

    Lao Tsé.

    EL TAO DE LA TIERRA: DEL MISTERIO AL MICELIO

    ––––––––

    Remontémonos a las misteriosas fuentes, no nos quedemos atascados en las apariencias. ¿De dónde provienen las setas u hongos? Cuando sondeamos su origen, damos con un reino inefable y maravilloso que ha cautivado a científicos y naturalistas desde hace siglos: el micelio.

    La seta, en realidad, es micelio corporizándose. El micelio es una red de hifas o filamentos que tienden a ramificarse infinitamente formando como carreteras subterráneas y ocultas, parecido en su apariencia al algodón delgado o a una compleja telaraña. En los bosques cumple importantes funciones, como las de descomposición y simbiosis. Pero también se ha constatado que opera como si fuese la internet de la tierra, una vasta y compleja red de comunicaciones entre plantas y otros seres vivos. Si uno ve la forma de estas ramificaciones, en seguida recuerda las imágenes del Cosmos en su aspecto más vasto e inconmensurable, en donde infinidad de galaxias se arraciman en autopistas cósmicas, formando redes infinitas. También recuerda a las neuronas del cerebro y a su compleja red de sinapsis. Esta triple analogía (tierra, cerebro, cosmos) tiene mucho para decirnos, y ya Lao-Tsé parece haberla conocido. Un hombre que consume un hongo psicotrópico, hace que su cerebro vibre y se abra camino bajo el sabio efecto del micelio, la inteligente red de la Vida.

    Cuando caminamos por un prado o bosque, el micelio permanece generalmente oculto a la vista humana, encontrándose debajo del suelo. Allí, en ese cálido y obscuro sustrato, obtiene sus nutrientes tomados de los restos orgánicos (troncos, hierbas, raíces, cadáveres, restos orgánicos, etc.). Para dimensionar el alcance de esta red inteligente y comunicativa, debajo de cada pisada nuestra se encuentran miles y miles de estas ramificaciones y su tamaño ha sido estimado en 450 cuatrillones de kilómetros, más de la mitad del ancho que posee nuestra galaxia. En efecto, se cree que el organismo terrestre vivo más grande de todos es nada menos que el micelio de un hongo ubicado al noroeste de Oregón, en Estados Unidos, el cual abarca casi mil hectáreas y se estima que tiene al menos unos 2400 años de antigüedad. Estamos hablando de un organismo vivo... vivo e inteligente, ¿pueden graficarse los alcances de esto? Paul Stamets, el gran micólogo, afirma convencido que estas redes de micelio son en cierto modo conscientes y que poseen la capacidad de responder a los retos que del entorno se derivan.

    Podemos tranquilamente inferir que esta gran red de la vida, pulsátil, sensitiva, inteligente, evolutiva, interconectada y constantemente renovadora, se halla también en el cosmos entero. El taoísmo la ha llamado Tao, la ley natural detrás de los fenómenos. Todo lo que existe emana, de alguna manera, de este substrato cósmico y espiritual y, por ende, se halla hermanado con todas las demás manifestaciones. Esto hace que lo que sucede en un extremo del gran cosmos pueda afectar a lo que acontece en la otra punta. La separación es aparente. En la Tierra, este principio se manifiesta en la forma en que el micelio existe y renueva el ecosistema natural.

    En el Tao Te King, libro fundacional del taoísmo chino (escrito por el sabio Lao Tsé hace unos 2500 años) se leen pasajes sobre el gran Tao que bien podrían referirse, en el plano terrestre, al micelio.

    ––––––––

    El gran Tao fluye por todas partes, hacia la izquierda y hacia la derecha.

    Todas las cosas existen por su mediación, y él no las rechaza.

    Al darse, es generoso, y no exige ser retribuido.

    Ama y nutre a todas las cosas, pero no se apropia de ellas.

    Como es siempre no-existente, puede ser llamado pequeño.

    Todas las cosas regresan a él, pero no las reclama como su dueño, por eso es grande.

    Porque no se considera grande, la grandeza está con él.

    ––––––––

    Si en lugar de mirar el cosmos bajamos la mirada al suelo bajo nuestros pies (sobre todo estando en un bosque o pradera) podemos atrevernos a alterar levemente el texto sin temor a equivocarnos demasiado. En efecto, si modificamos la palabra Tao por micelio, el sentido y la definición general se mantiene intacta, y sería en este caso completamente cierto:

    ––––––––

    El gran micelio fluye por todas partes, hacia la izquierda y hacia la derecha.

    Todas las cosas existen por su mediación, y él no las rechaza.

    Al darse, es generoso, y no exige ser retribuido...

    ¿No es realmente sorprendente? Luego afirma que ama y nutre a todas las cosas, pero no se apropia de ellas, ¿no es la viva imagen del micelio bajo tierra, vivificando todo por todas partes, de manera oculta, discreta y poderosa? Como es siempre no-existente, puede ser llamado pequeño. ¿No es para todos nosotros el micelio algo completamente no-existente, al no formar parte de la naturaleza supra terrena y evidente a nuestros ojos sino estar siempre en la dimensión oculta de la tierra? Todas las cosas regresan al micelio, pero no las reclama como su dueño..., ¡está describiendo la labor de descomposición que sucede bajo tierra!

    O en este otro pasaje, que dice:

    ––––––––

    El Tao da vida a todas las cosas.

    Su poder las alimenta. Su materia les da formas distintas.

    Su energía las perfecciona.

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