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El Despertar de Rumi
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Libro electrónico92 páginas1 hora

El Despertar de Rumi

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Novela basada en la historia de Yair, un joven estudiante que crece en un entorno marcado por la alta rigidez de la enseñanza religiosa, situación que lo lleva a enfrentarse a una serie de inseguridades emocionales, espirituales y sicológicas.Su pasión por el baile y por adentrarse en los misterios de la juventud, lo llevan al límite de sus resistencias personales, impulsándolo a una atormentada “noche oscura”, donde sus recuerdos y aprensiones se ven confrontadas con sus expectativas de desarrollo en una sociedad altamente fluctuante.Encontrarse cara a cara con su auto-imagen, atreverse a amar, manifestar lo que siente en su interior y reconocer que el despertar de su identidad tiene directa relación con su ser universal, son parte de los umbrales que el valiente Yair debe recorrer con firmeza y valentía. «Pareciera ser que el mundo es un océano de dualidad incesante»

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 jul 2023
ISBN9798215829042
El Despertar de Rumi
Autor

Cristian Sarmiento

Escritor Chileno. Estudió Economía, realizando especializaciones en finanzas y marketing. Trabajo en el sistema bancario durante varios años en el área comercial y financiera . Cerca de los 32 años se retira de su profesión para indagar a tiempo completo en aspectos creativos, espirituales y emocionales, puntos importantes al momento de detallar su trabajo literario. Influenciado por la obra new age europea, el surrealismo latinoamericano y corrientes filosóficas de oriente.Instagram : @cristiansarmientoc

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    El Despertar de Rumi - Cristian Sarmiento

    El despertar de Rumi

    Autor: Cristián Sarmiento

    Derechos Intelectuales: 2020-A-10435

    Primera Edición: Diciembre año 2020

    Orange Budha Ediciones

    www.orangebudha.cl

    Portada : Gulcan Karadag

    Ninguna parte de esta  publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor

    CAPITULO I

    En el Horizonte de los sucesos

    s

    entado frente al antiguo espejo de la pieza, Yair contempló con detenimiento su semblante. Un peinado con estilo clásico, una serie de espinillas sobre la frente, pómulos, garganta, y una vestimenta que realmente no encajaba con sus intereses. Era una obligatoriedad impuesta por el régimen social y familiar. No podía mostrar la más mínima oposición pese a sus precoces intenciones.

    Eran las 4 de la tarde y estaba solo en su casa. Sus padres trabajando, su hermano estudiando junto a unos compañeros, y sus abuelos en una reunión de predicadores que se realizaba semanalmente en la Iglesia donde asistían.

    «―¿Qué podré hacer para entretenerme?―pensaba el joven―. Estoy castigado por colocar la música fuerte, y no puedo salir a ver a mis amigos. Tampoco puedo ver televisión, no tengo hambre, ganas de leer algo o ver el cielo sentado en el techo de la casa.

    »―¡Me encanta bailar!―dijo para sí. En este instante, experimentó una tremenda reacción emocional que le provocó aceleramiento cardíaco y tensión corporal.

    »―¡Es lo que más me gusta y realmente soy un fiasco para ello!―se cuestionaba con dureza y resignación, mientras caminaba de un lado para otro, tal como un tierno ratoncito encerrado en su jaula de metal.»

    En ese momento de introspección, un siniestro recuerdo reflotó en su mente, proveniente de las catacumbas más reprimidas de la existencia. A la edad de 8 años, con motivo de la celebración del cumpleaños de su padre, se juntó un gran número de familiares, abarcando casi el universo completo del clan. Yair no sabía qué regalar a su progenitor, y tenía el deseo imperioso de entregar algo significativo para la oportunidad. Pensó en cantar, dibujar un cuadro o ver la posibilidad de comprar un obsequio solicitando un préstamo a su madre. Nada de eso lo convenció con totalidad. A Yair le gustaba Michael Jackson, coleccionaba todo lo referente a él, sin embargo, lo que más le apasionaba era verlo bailar. Su energía, entusiasmo y pasión le motivaban con profundidad. Cuando estaba a solas en casa, se atrevía tímidamente a esbozar algunos pasos como caminar hacia atrás, levantar las piernas y parase sobre la puntilla de los dedos de los pies. Nadie en su hogar sabía de estas prácticas esotéricas de Yair. Con total sinceridad, había decidido preparar un show sorpresa para su padre.

    Estando en la celebración, y siendo cerca de las 7 de la tarde, se atrevió a pedir un minuto de atención a los asistentes para entregar su regalo de cumpleaños. Entró a la casa para disfrazarse con rapidez y colocar play a Billie Jean, uno de los clásicos del astro de la música. Al salir al jardín, prácticamente con el corazón en la mano, producto de la ansiedad y los nervios, se armó del valor necesario para dar marcha a la escena. Bastó no más de 10 segundos para que parte de los comensales se pusieran a reír a carcajadas, pero no de alegría y jolgorio, sino de atrevimiento, crítica y vergüenza por lo que estaban presenciando sus ojos. Yair percibió a través de sus rostros la expresión, ¡qué está haciendo éste jetón!, situación que atravesó su dulce corazón como una cruda estocada a su intención. Quiso continuar, pero nadie, absolutamente nadie, impulsó su creatividad. Inclusive sus padres comenzaron a reírse de él y de su libre manifestación. Sus abuelos miraban con rechazo total la expresión mundana de su inocente nieto.

    ―¡Este niño está contagiado por el demonio!¡Está siendo influenciado por el mundo!―gritó enloquecida su abuela―. Teresa ¡Detenga esto, por favor!―alegaba la octogenaria con desazón.

    Sus padres intentando disimular la culpa y vergüenza, se llevaron al niño a la pieza. Junto con apagar y desenchufar la radio, le increparon drásticamente.

    ―¡Acaso no sabes que el baile es la expresión viva de Satanás!― reprendía su padre―. ¡Acaso has hecho caso omiso a las escrituras que leemos los días domingo!

    Yair no sabía qué decir y solamente se dignaba a ingerir todo el contenido psicológico y emocional que abalanzaban contra él. No hubo respuesta de su parte. Bajó la mirada en postura de culpabilidad.

    El joven se quedó en la pieza, mientras sus padres volvían a la fiesta intentando olvidar todo lo ocurrido, alegando influencias por las malas juntas del barrio.

    Yair guardó el disfraz que había preparado, escondió el cassette para evitar que se lo botaran, y se lanzó sobre su cama con aires de arrepentimiento.

    ―¡No entiendo nada!―era el único pensamiento que atravesaba el organismo.

    Su familia estaba ligada desde hace 2 generaciones a las enseñanzas pentecostales, existiendo firmes prohibiciones a muchas expresiones de la vida; como el cine, estadios, fiestas, música, etcétera. Esto era acatado con convicción por todos los integrantes del núcleo. No obstante, sus padres, quienes cultivaban un espíritu aspiracional en lo relacionado a educación, llevaban a Yair a un colegio Católico (Apostólico Romano) donde, si bien, había restricciones, éstas se orientaban a aspectos como el aprendizaje, formas de hablar, presentación personal y vivir bajo los conceptos de Dios.

    Luego de estar un rato en reposo en su habitación, caminó hacia el pasillo para tomar asiento en el living. Ahí había un antiguo cuadro que indicaba la oposición entre el camino ancho y el camino angosto religioso. En el primero, se mostraba una serie de deseos y tentaciones que el mundo intentaba inculcar a cómo diera lugar a cada alma encarnada. En el segundo, se ejemplificaba una vida de entrega y santidad, cuyo premio era el Ojo de Yavhé. En el camino ancho el destino definitivo era la Hoguera de Satanás, algo a claras luces más que temible.

    Yair tuvo un extraño reconocimiento al mirar este clásico cuadro. Observó que en el camino ancho la gente bailaba, cantaba, disfrutaba; aunque también había rencillas y ciertos excesos, esto parecía ser parte del guion. En el camino angosto las personas caminaban de manera solitaria y silente, reflejando cierta amargura y cansancio. La única celebración era predicar y compartir las escrituras.

    ―¡Qué raro todo esto! No entiendo―se cuestionaba el mozuelo―. ¡Qué aburrido e inflexible es el camino angosto y que dinámico y variado es el camino ancho! ¿Qué es lo negativo de bailar, cantar, expresar y manifestarse? ¡No comprendo!

    El joven estuvo casi una hora en esta contemplación, hasta que

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