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La inteligencia adaptativa: El mundo cambia, ¿y tú?
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Libro electrónico338 páginas

La inteligencia adaptativa: El mundo cambia, ¿y tú?

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Información de este libro electrónico

Jamás en toda la historia nos habíamos enfrentado a un entorno que cambia con tanta rapidez e incertidumbre. Podemos sentir que nuestras vidas van cada vez más rápido, al tiempo que vemos cómo la epidemia de estrés alcanza a más personas… Seis habilidades marcarán la diferencia entre adaptarse y crecer o desgastarse y sufrir. Este libro presenta el tipo de inteligencia que marcará la diferencia en los nuevos tiempos que vivimos: la Inteligencia Adaptativa.
IdiomaEspañol
EditorialPlataforma
Fecha de lanzamiento24 may 2023
ISBN9788419655318
La inteligencia adaptativa: El mundo cambia, ¿y tú?

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    La inteligencia adaptativa - Leandro Fernández Macho

    1.

    Cambio, velocidad y estrés: ¿necesitamos inteligencia adaptativa (IA)?

    El mundo y la vida cambian… ¿Y tú?

    ¿Cómo percibes los cambios que suceden a tu alrededor? ¿Dirías que el mundo cambia cada vez más lento o más rápido? ¿El mundo se transforma hacia algo más complejo o simple? ¿Tendemos a experimentar los cambios como amenazas o como oportunidades? ¿Cuánto estrés provocan los cambios? ¿El estrés excesivo nos desgasta? ¿Se resienten nuestra vida, nuestro rendimiento y nuestro bienestar por la sensación de sobrecarga y de no ser capaces de llegar a todo?

    Los expertos indican que la aceleración de los cambios no ha hecho más que empezar y la velocidad de cambio está pasando de ser lineal a ser «exponencial». ¿Qué nos espera? Basta con fijarnos en el tiempo que han necesitado diferentes productos tecnológicos para lograr la nada despreciable cifra de cincuenta millones de usuarios:1,2

    ¿Ves alguna línea de tendencia detrás de estos datos? ¿Qué te parece que el teléfono necesitara solo setenta y cinco años para alcanzar los cincuenta millones de usuarios y que, sin embargo, la aplicación Pokemon Go lograra esa cifra en tan solo diecinueve días? ¿Qué está pasando a nuestro alrededor mientras tratamos de abrirnos paso, mantenernos a flote, avanzar y crecer en nuestras vidas profesionales y personales? ¿Será que el cambio está cogiendo carrerilla?

    Por si con los cambios provocados por las tecnologías no tuviéramos suficiente, el desafío pandémico nos ha demostrado que las cosas pueden transformarse más rápido y más radicalmente, si cabe, de lo que muchos de nosotros podríamos haber siquiera imaginado. La vida siempre se ha abierto paso a través de los cambios, es cierto. De hecho, el concepto de «inteligencia» implica, de por sí, adaptación. La cuestión es si, por nuestra parte, podemos hacer algo para potenciar esa inteligencia que nos permite adaptarnos y crecer con los cambios, en lugar de sufrirlos y sucumbir a ellos. Como decía Jack Welch Jr., brillante ex CEO de General Electric, «cuando el ritmo de cambios dentro es superado por el ritmo de cambios fuera, el final está cerca». Entonces ¿cómo está nuestra capacidad interna de adaptarnos a los cambios? ¿Cómo podemos potenciar nuestra inteligencia adaptativa (IA)?

    Vislumbrando el futuro desde Silicon Valley

    Visité Silicon Valley para conocer de primera mano hacia dónde se dirigen los grandes cambios del mundo. Ahí tomé conciencia de que los guionistas de Black Mirror, la popular serie de Netflix que analiza los desafíos a los que la tecnología puede llevar al ser humano, no se basaron en ciencia ficción, sino en tecnologías que están desarrolladas o en desarrollo.

    Algunos de los avances que descubrí representan evoluciones maravillosas que sin duda mejorarán nuestras vidas como los nanorrobots de la Universidad de Arizona para curar el cáncer, las computadoras biológicas del MIT (células que se pueden ingerir para tratar enfermedades metabólicas), la terapia génica capaz de curar algunos tipos de ceguera de Spark Therapeutics, los miembros protésicos biónicos para personas que han sufrido amputaciones y que son controlados por la mente de Ossür o los chips cerebrales de la Universidad de Brown para que personas tetrapléjicas puedan mover asistentes robotizados. No obstante, también los encontré inquietantes: las quimeras de la Universidad California Davis, unos embriones híbridos de humanos y animales o los cerdos transgénicos de Synthetic Genomics & Lung Biotechnology, creados para disponer de órganos compatibles para trasplantes, los monos con superfuerza creados con terapia génica en la Universidad de Ohio (algo parecido a la creación del Capitán América en un laboratorio), la universidad de Berkeley ha desarrollado una tecnología capaz de convertir los sueños y los pensamientos en imágenes y grabarlos para hacerlos visibles o, una de las más inquietantes: la capacidad de diseñar genéticamente a nuestros hijos. Porque, si pudieras limpiar la predisposición genética de tus hijos a padecer ciertas enfermedades… ¿lo harías? ¿Te parece que estamos demasiado conectados? La Universidad de Duke ha conseguido conectar los cerebros de dos ratones para que uno de ellos pueda completar una tarea a partir de los pensamientos transmitidos a distancia por el otro ratón,3 y han desarrollado una computadora orgánica conectando los cerebros de cuatro ratones en red para que cada uno de ellos pueda mejorar su desempeño individual utilizando la potencia combinada de los cuatro cerebros.4 ¿Te imaginas cómo puede transformarse el trabajo en equipo?

    Es evidente que estamos ante tecnologías disruptivas capaces de transformar por sí solas muchos ámbitos de la vida tal y como la conocemos. Pero, tal vez no nos damos cuenta, es que aquellos sectores en los que converjan de manera simultánea varias de estas tecnologías saltarán por los aires y darán paso a una transformación que, si pestañeamos, no podremos creer.

    Las áreas primitivas de nuestros cerebros consideran el cambio como una amenaza. Dicha percepción dispara la respuesta de estrés (lucha/huida/inmovilidad), tan útil para salvar nuestras vidas en la sabana salvaje o cuando el coche de delante pega un frenazo inesperado, pero que, mal gestionada, pone en riesgo nuestra salud mental, emocional y física, convirtiendo nuestra vida en una carga demasiado pesada, deteriorada y empobrecida.

    Para las personas sin la suficiente inteligencia adaptativa (IA) —para quienes acuño el término «DEficientemente ADaptadoS (DEADS)»— será un apocalipsis; sin embargo, para los «inteligentemente adaptables (iDaptables)», es decir, quienes han desarrollado un buen nivel de inteligencia adaptativa, será un festival porque las oportunidades van a ser inmensas. Si tienes curiosidad por cuál es tu perfil, DEAD o iDaptable, en los capítulos de cada una de las actitudes de la inteligencia adaptativa haremos una pequeña evaluación; además, en el capítulo final encontrarás una dirección web y un código QR con acceso directo a un test más completo y preciso que diseñé para medir la inteligencia adaptativa (IA), y, al estar digitalizado en mi escuela online, no solo podrás identificar tu cociente de adaptabilidad (CA) actual, sino hacer seguimiento de tu evolución a lo largo del tiempo.

    El estrés

    El estrés es una de las grandes epidemias de nuestro tiempo, es un secreto a voces. Su impacto a nivel global comienza a convertirse en una preocupación de primer orden. Según un estudio de las universidades de Harvard y Stanford publicado en la revista Science Management, el estrés en el trabajo puede generar más de 120 000 muertes al año y 190 000 millones de dólares de gastos en atención sanitaria en los EE.UU.; es decir, podría estar matando a más estadounidenses que la diabetes, el Alzheimer o la gripe. Entre los factores estresantes con mayor coste se encuentran la falta de seguro de salud, la sobrecarga de trabajo y los conflictos trabajo-familia ocasionados por las dificultades de conciliación.5

    No pienses que en Europa estamos a salvo de esta epidemia: durante la última década, los niveles de estrés de la población no han hecho otra cosa que aumentar. La prestigiosa consultora internacional Gallup publicó recientemente un informe sobre la situación de los entornos de trabajo en todo el mundo («State of the Global Workplace 2021 Report»), en el que concluye que en 2020 la población mundial alcanzó su nivel récord de estrés hasta la fecha.6 El 43 % de los participantes consultados —participaron 116 países y, al menos, 1000 empleados por país— aseguraron haber experimentado estrés a lo largo del día anterior, mientras que según los datos del año 2019 solo un 38 % de los participantes afirmaron haberlo sentido. Es decir, la nada despreciable cifra de un 5 % de aumento, partiendo ya de niveles muy elevados de estrés global. Entrenar nuestra IA, sea cual sea el lugar en el que vivas de este planeta llamado Tierra, es imprescindible para ser resilientes a los cambios.

    ¿Cuál es el perfil del estrés, por ejemplo, en España? Seguramente se parecerá al de muchos otros países. El VII Estudio Cinfasalud, avalado por el SEAS (Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés), nos lo cuenta.7 Según este estudio, 12,5 millones de españoles en edad adulta sufren estrés frecuente o continuamente (es decir, el 42,1 % de la población adulta), y lo sufren en mayor medida las mujeres, los estudiantes, los menores de cuarenta y cinco años y quienes tienen hijos o personas a su cargo. No conocerás a nadie que encaje con alguna de las características de este perfil, ¿verdad?

    Como principales causas, apuntan a tres factores:

    Exceso de actividades (50,9 %).

    Cansancio o sueño (46,2 %).

    Problemas laborales (43,2 %).

    Ciñéndonos al ámbito laboral, nos encontramos con que las tres causas estrella en España son:

    Sobrecarga de trabajo (60,3 %).

    Relaciones laborales (27,2 %).

    No estar a la altura (25,1 %).

    En cuanto a los tres síntomas más habituales, nos encontramos con:

    Irritabilidad (46,8 %).

    Ansiedad (39,5 %).

    Insomnio (38 %).

    Y con respecto a las tres principales consecuencias:

    Desarrolla una enfermedad física o problema emocional (53,3 %).

    Tiene problemas de concentración y rendimiento (38,6 %).

    Ha perdido a sus amigos (4,6 %).

    ¿Cómo tratan los síntomas y consecuencias del estrés los españoles?

    Conversa con amigos para evitar el estrés (43,9 %).

    Busca apoyo profesional (4,4 %).

    Recurre a ansiolíticos, relajantes, antidepresivos o somníferos, bajo prescripción médica (16,4 %).

    Sabemos que los ansiolíticos, relajantes y antidepresivo administrados adecuadamente por profesionales de la salud pueden ser de gran ayuda; también que, por ejemplo, el uso indiscriminado de fármacos con benzodiacepinas (componente base en el tratamiento contra la ansiedad, el insomnio o el trastorno obsesivo compulsivo) puede tener consecuencias peligrosas, que van desde la adicción hasta la somnolencia, con el aumento de riesgo de accidentes, problemas de atención y concentración y, lo más preocupante, el incremento en un 51 % del riesgo de padecer Alzheimer a partir de un consumo regular más allá de los tres meses, como puso de manifiesto una investigación publicada en 2014 en el British Medical Journal.8

    El estrés no va a desaparecer de nuestras vidas, y menos en un entorno que requiere adaptación constante: sin él, difícilmente podríamos sobrevivir. La cuestión es gestionarlo para que no se convierta en una trampa mortal, sino en un trampolín estratégico en el que apoyarnos para avanzar, crecer y sentirnos más satisfechos con la vida. Como veremos en próximos capítulos, nuestra actitud nos ayuda a transformar el estrés de amenaza en estrés de desafío… y eso marca la diferencia en nuestras vidas. Bienvenido a la aventura, el reto y la oportunidad de desarrollar tu Inteligencia Adaptativa (IA).

    2.

    La inteligencia adaptativa: un modelo para gestionar con éxito los cambios y convertir el estrés en tu aliado

    La inteligencia intelectual

    William Stern, psicólogo de la Universidad de Breslavia, acuñó el término «cociente intelectual» (CI) en 1912 para dar nombre a un nuevo método, creado por los psicólogos franceses Alfred Binet y Théodore Simon, con el que medir el nivel de inteligencia de los niños. Dicho nivel de inteligencia podría predecir las capacidades de los niños, su rendimiento académico o laboral, el riesgo de desviarse hacia conductas delictivas y en definitiva las posibilidades de éxito en la vida. Los ingredientes de la inteligencia estaban restringidos a capacidades cognitivas como la comprensión verbal, capacidad visoespacial, memoria, razonamiento o velocidad de procesamiento de información.

    Años más tarde, tras el auge de la etiqueta del CI en todo el mundo, surgieron voces críticas poniendo en tela de juicio las limitaciones de este tipo de prueba. ¿Acaso las habilidades de relación o inteligencia social no resultan claves para lograr el éxito personal y profesional en la vida? ¿Qué hay de la capacidad de gestionar nuestros propios estados de ánimo, emociones e impulsos? ¿No es importante la empatía, la capacidad de comunicación, la habilidad para gestionar conflictos o la resiliencia? Voces como la del psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, impulsor de la teoría de las inteligencias múltiples (lingüística, lógico-matemática, visual y espacial, musical, corporal cinestésica, naturalista, interpersonal e intrapersonal), pusieron de manifiesto que la inteligencia en los seres humanos es mucho más que capacidades cognitivas.1

    La idea de que el cociente intelectual era importante, pero no determinante, a la hora de lograr buenos resultados en la vida profesional y personal, fue penetrando en la sociedad. Nuevas investigaciones apuntaban hacia la importancia de otros tipos de inteligencia y la experiencia mostraba que personas con cocientes intelectuales muy altos podían naufragar en el río de la vida. ¿Qué inteligencia era esa, más importante incluso que el CI, que resultaba fundamental en las posibilidades de satisfacción, rendimiento, bienestar y resultados en las personas?

    La inteligencia emocional

    Cuando hablamos de inteligencia emocional nuestra mente asocia el concepto a Daniel Goleman, aunque el término ya había aparecido anteriormente en textos de Beldoch (1964), Leuner (1966), Payne (1985), Greenspan (1989) o Salovey y Mayer (1989), fue Goleman quien lo popularizó. Daniel Goleman nació en 1946 en Stockton (California), es doctor en Psicología y Antropología por la Universidad de Harvard, periodista y escritor. Publicó en 1995 el libro Inteligencia Emocional, que se mantuvo durante un año y medio en la lista de los libros más vendidos del The New York Times, se ha traducido a treinta idiomas y ha vendido varios millones de ejemplares, convirtiéndose en superventas en multitud de países.

    Una de las investigaciones más relevantes que Goleman llevó a cabo en sus inicios fue el análisis de los modelos de competencia de 188 organizaciones, la mayor parte de ellas multinacionales y grandes empresas.2 Los modelos de competencia son utilizados por las empresas para identificar, desarrollar y promocionar a personas con potencial. El propósito de Goleman no era otro que descifrar el secreto de las personas que lograban resultados extraordinarios. ¿Qué habilidades diferenciaban a las personas que lograban un rendimiento sobresaliente? ¿En qué ingredientes competenciales se basaba su éxito?

    Comenzó la investigación agrupando las competencias en tres categorías:

    Competencias cognitivas (como la planificación o capacidad de análisis).

    Competencias técnicas (como el inglés o el manejo de software).

    Competencias de la inteligencia emocional (autocontrol o empatía).

    La mayoría de modelos que Goleman analizó habían sido creados por expertos en psicología de las propias organizaciones. Estaban basados en opiniones de altos directivos sobre las habilidades que mostraban los miembros más sobresalientes de su organización, en entrevistas directas con dichos miembros, en pruebas experienciales de desempeño, y en datos objetivos como la rentabilidad de un departamento. Los modelos resultantes de todo este análisis arrojaban entre siete y quince competencias, que definían a los profesionales con un rendimiento sobresaliente.

    Tal y como cuenta Goleman en su libro Inteligencia emocional en la empresa, la sorpresa surgió al analizar ese conjunto de competencias que marcaban la diferencia. La primera conclusión fue que las competencias de la inteligencia emocional tienen el doble de peso en el rendimiento sobresaliente que las competencias técnicas y cognitivas. El doble, sí, has leído bien. Pero eso a estas alturas no te sorprende, ¿no? La segunda conclusión fue que una alta capacidad intelectual facilita el camino hacia un rendimiento extraordinario. Por último, se concluyó que, cuanto más arriba en la escalera del liderazgo, más importantes son las competencias de la inteligencia emocional y menos importantes las competencias técnicas. Lo que diferenciaba a un gran líder no se fundamentaba en sus habilidades técnicas o cognitivas, sino que casi el 90 % de las diferencias en sus perfiles se debían a competencias de la inteligencia emocional.

    A finales de los noventa, las personas y las organizaciones comenzaban a tomar conciencia de la necesidad de potenciar sus habilidades emocionales. Algunas no perdieron el tiempo y tomaron medidas para ocuparse e invertir en programas y oportunidades de aprendizaje para desarrollar esas competencias tan relevantes para la vida profesional y personal. Otras, un tanto ingenuas, miopes, prepotentes o que sencillamente carecieron de la oportunidad para ello, se quedaron atrás generando un déficit de recursos críticos. Un déficit que especialmente ante escenarios cada vez más Vertiginosos, Inciertos, Desafiantes y de Aprendizaje permanente, o bien las condenó, o bien puso en altísimo riesgo y con un elevadísimo coste a sus posibilidades de cara al futuro.

    Y es que como siempre ha sucedido a lo largo de la historia «nuevos tiempos demandan nuevas habilidades». Pero ¿qué nuevas habilidades demandan estos nuevos tiempos que vivimos? ¿Tecnológicas? ¿Digitales? ¿De gestión? Sin duda, pero la pregunta es: ¿será suficiente con eso?

    La automatización es imparable. Todos los trabajos que impliquen rutinas o análisis para detectar patrones van a automatizarse, porque los algoritmos son capaces de realizar esas tareas con más eficacia y rapidez que los seres humanos. Así que, si un algoritmo va a hacer el 25 % o el 50 % de tu trabajo actual, ¿qué vas a hacer para seguir siendo empleable? ¿Qué vas a hacer para evitar la obsolescencia profesional y personal? ¿Qué vas a hacer para aportar valor a tu organización, a tu empresa o a tus clientes y que resultes altamente valioso para ellos?

    La respuesta es clara: potenciar lo que te diferencia de las máquinas y lo que las complementa para formar un tándem de alto rendimiento. El éxito será la consecuencia de hacer lo que los algoritmos no puedan hacer y, si ellos evolucionan, tú y yo necesitaremos evolucionar también desarrollando permanentemente nuevas habilidades.

    Hay un lema que me encantó nada más escucharlo por primera vez: «primero la mentalidad, luego la metodología». Refleja muy bien algo que he observado en múltiples ocasiones en diferentes empresas: nuevas competencias y herramientas técnicas en personas con un nivel bajo de inteligencia adaptativa (DEADS) difícilmente pueden producir resultados extraordinarios. Mientras que las mismas competencias y herramientas técnicas, en personas con un nivel de inteligencia adaptativa alto (iDaptables), multiplican las posibilidades de transformar los procesos en crecimiento sostenible y resultados sostenidos.

    Así que, en un escenario en el que la tecnología avanza imparable gracias, entre otras, a la inteligencia artificial (IA, curiosa coincidencia de acrónimos), ¿seremos nosotros capaces de avanzar sin que el estrés nos arrase, elevando nuestro nivel de inteligencia adaptativa (IA)?

    Estoy convencido de que sí. Déjame que te cuente cómo.

    Inteligencia adaptativa (IA)

    Imagina que aspiras a lograr una nueva oportunidad profesional. Ahora, analicemos esa situación desde la siguiente perspectiva:

    Tu inteligencia intelectual te ayudará a pasar cualquier prueba de conocimientos previa a la entrevista, a analizar la información más relevante sobre tu perfil con relación a la posición, estructurarla para presentársela a tu interlocutor y sintetizar las ideas clave que mayor valor aportan, evitando aburrir a quien tengas enfrente.

    Tu inteligencia emocional, durante las entrevistas, te ayudará a conectar con tu interlocutor, escuchar lo que te pregunta, comunicarte eficazmente, controlar tu impulsividad a la hora de responder y mantener un tono que transmita motivación y confianza. Si consigues la posición, te ayudará a entender la cultura de la empresa, a comprender los roles de tus compañeros, lo que el equipo necesita de ti, a relacionarte productivamente tanto con ellos como con los clientes, a encajar en el trabajo y mantenerte motivado para lograr resultados.

    Tu inteligencia adaptativa (IA) te ayudará a adaptarte y crecer una vez domines tu trabajo, pues el entorno, los recursos, la legislación, el mercado, los competidores, los objetivos, las ubicaciones y los planes, entre muchas otras facetas, cambiarán. Pero tu adaptación dependerá de tu nivel de IA.

    La inteligencia adaptativa es la capacidad de cambiar, crecer y lograr resultados repetidamente en un entorno Vertiginoso, Incierto, Desafiante y de Aprendizaje permanente, manteniendo el equilibrio interno, la motivación y la salud a lo largo del camino. Se mide a través del cociente de adaptabilidad (CA), que es a su vez el resultado de evaluar el nivel de desarrollo de seis actitudes adaptativamente inteligentes que te ayudan a adaptarte con éxito a los cambios y gestionar positivamente el estrés que generan.

    Cualquiera de las seis actitudes son entrenables y desarrollables para quien practique con ellas. Hablamos de habilidades, por lo que la práctica es el factor crítico para hacerlas crecer y consolidarse como hábitos que moldean la personalidad de quienes las trabajan.

    El modelo de la inteligencia adaptativa (IA) consta de seis actitudes que iremos descubriendo a lo largo de los próximos capítulos. Exploraremos las claves científicas que les dan soporte, así como las herramientas prácticas para desarrollarlas. Te anticipo el apasionante camino por el que avanzaremos y, si lo deseas, entrenaremos juntos:

    Actitud de Autocuidado.

    Actitud de Aprendizaje.

    Actitud de Desafío.

    Actitud de Colaboración.

    Actitud de Resiliencia.

    Actitud de Innovación.

    Para que te resulte más fácil recordarlas puedes usar el acrónimo RADICA, que aunque ordena las seis actitudes en orden diferente al que iremos abordándolas a lo largo del libro, te ayudará a mantenerlas en mente con mucha facilidad.

    Pero empecemos el viaje comprendiendo un poco mejor cómo se relaciona nuestro cerebro con los cambios…

    3.

    Tiempos de V.I.D.A. para un cerebro modelo sabana «salvaje»

    ¿Con qué modelo de cerebro vamos equipados?

    Cuando hago esta pregunta en mis conferencias y talleres, la respuesta que más se escucha es: «ni idea». Aunque algunos asistentes responden con mucha simpatía diciendo: «¡yo, modelo básico!», «¡yo, con el último modelo, pero conozco a alguno que hace mucho que no lo actualiza!». Si conocemos, al menos de forma básica, el funcionamiento de nuestro cerebro, gestionarnos con eficacia y desarrollar nuestra inteligencia adaptativa resulta, sin duda, más sencillo.

    El ser humano actual va equipado con un modelo de

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