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Incastigable: Poniendo Fin a Nuestro Romance con el Castigo
Incastigable: Poniendo Fin a Nuestro Romance con el Castigo
Incastigable: Poniendo Fin a Nuestro Romance con el Castigo
Libro electrónico239 páginas5 horas

Incastigable: Poniendo Fin a Nuestro Romance con el Castigo

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El hecho de vivir con humanos genera desorden. Nuestros hijos generan desorden. Nuestros cónyuges y amigos generan
desorden. Lo mismo es cierto de nuestros compañeros de trabajo, jefes, pastores y presidentes...y de nosotros también. El desorden asusta, es doloroso y ofensivo. Y ya sea que estés tratando con el dolor de un fracaso personal, la frustración de un hijo irrespetuoso, la devastación de una enorme traición, el estrés de un conflicto en el área de trabajo o los efectos secundarios de las más amplias injusticias sociales, normalmente reaccionamos de la misma forma: con temor, vergüenza y castigo.
Estas reacciones son comprensibles... pero no ayudan en absoluto a arreglar el problema. De hecho, tan solo perpetúan una cultura de temor, falta de perdón, retribución y desconexión. Jesús vino a mostrarnos una mejor manera de responder ante
el desorden humano: el camino del arrepentimiento, la reconciliación y la restauración. Este camino desplaza al temor, la vergüenza y el castigo en las vidas de las personas, las empodera para tratar con la raíz de sus problemas y las equipa para construir un estilo de vida nuevo en el que caminar en la luz y proteger la conexión con Dios, con ellos mismos y con los demás.
Incastigable es un mapa de carreteras que guía al arrepentimiento, la reconciliación y la restauración en nuestras vidas, a liderar a otros en este viaje y a crear culturas libres de castigo y llenas de amor en nuestras vidas, relaciones, familias, iglesias y organizaciones.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento7 abr 2020
ISBN9781952421037
Incastigable: Poniendo Fin a Nuestro Romance con el Castigo

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    Incastigable - Danny Silk

    Prophetic.

    SECCIÓN I

    NUESTRO ROMANCE CON

    EL CASTIGO

    CAPÍTULO 1

    LA ELECCIÓN DE ARREPENTIRSE

    Era el segundo día de la conferencia de liderazgo Cultura de Honor en la iglesia Bethel. Delante de mí tenía a unos doscientos líderes sentados, muchos de los cuales me estaban mirando con curiosidad, claramente sin saber qué esperar de la sesión de esa tarde, titulada sencillamente Incastigable. En mi caso, yo estaba anticipando que para muchos de esos líderes lo que estaba a punto de ocurrir iba a disparar una pequeña arma nuclear a sus mundos.

    Durante las últimas sesiones, comencé diciendo, hemos explorado la idea de que una cultura de honor es una cultura de amor y una cultura de familia. Esto significa que también es una cultura de vulnerabilidad. Estamos escogiendo posicionarnos en relaciones en las que nuestras vidas pueden verse poderosamente impactadas por las elecciones que toman otras personas, y que esas personas se pueden ver impactadas por nuestras elecciones. Y, a veces, el impacto de esas elecciones es tremendamente doloroso. Esta es la razón por la que la mayoría del mundo sacrifica el amor y la comunidad genuinos para auto protegerse. Pero en una cultura de honor, en una familia, sacrificamos la auto protección en pro de la conexión cuando ésta se ha visto dañada o destruida por una mala decisión de alguien.

    Unas pocas cabezas asintieron, pero la mayoría de las caras me miraban con seriedad y atención. Todos parecían sentir que estábamos adentrándonos en aguas profundas.

    La mejor forma de mostrar cómo es este honor, amor y vulnerabilidad, proseguí, es con una historia; una historia sobre uno de nuestros líderes que tomó una decisión dolorosa que afectó a todos en nuestro entorno.

    Un día, en 2009, comencé, se nos pidió a Dann Farrelly, uno de los líderes principales, y a mí que fuésemos a una reunión con uno de nuestros interinos de la escuela de ministerio. Esta interina nos explicó que había estado viviendo con uno de los pastores de la escuela y su familia durante un año y que, durante los meses previos a esta conversación, ella había mantenido una relación con él.

    De repente, un silencio tenso llenó la sala, un silencio que persistió mientras yo continuaba con la historia.

    Dann y yo no perdimos ni un minuto para citar y confrontar al pastor en cuestión, Ben Armstrong. Admitió que todo lo que ella había dicho era cierto. Pareció asombrado ante su propia confesión; claramente, era la primera vez que lo había dicho en voz alta lo que había estado haciendo.

    Estas confesiones siempre son difíciles de escuchar, pero esta era especialmente triste, porque yo conocía bien a este hombre. De hecho, había conocido a Ben desde que él era joven, habiéndose criado en mi pueblo natal, Weaverville, California. Él, su esposa, Heather, y sus tres hijos eran miembros amados de nuestra comunidad de Bethel. Ben había escalado paso a paso por la escalera del personal de Bethel, hasta el punto en el que le habíamos confiado el cuidado personal directo de setenta estudiantes del primer año y la supervisión de (en aquel entonces) los setecientos componentes del primer curso. Su esfera de influencia incluía la escuela, la iglesia y hasta nuestra red de iglesias. Su elección de violar su pacto matrimonial también violó sus pactos con Dios y con todo el pueblo de Dios que confiaba en él como líder.

    Cuando llegué a este punto de la historia, la confesión de Ben, paré y pedí a los líderes que estaban en la sala que escribiesen la respuesta a dos preguntas:

    ¿Qué estás sintiendo y pensando sobre Ben y su elección?

    Si esta situación ocurriera en tu vida o área de responsabilidad, ¿qué harías ahora?

    TODA UNA GAMA DE REACCIONES

    Al darles a los líderes unos minutos para escribir sus respuestas, observé a la audiencia, preguntándome qué estaría pasando en los corazones y mentes de estos hombres y mujeres. Me resaltaron algunos individuos y no pude resistirme a hacer suposiciones sobre algunas de las reacciones que probablemente estaban experimentando, basándome en lo que yo conocía sobre sus historias.

    La primera persona que me resaltó fue Chuck¹, a quién acababa de conocer unas horas antes durante el almuerzo. Chuck me había contado que esta era su primera visita a Bethel. Su nuevo pastor había estado introduciendo la cultura de avivamiento a su conservadora iglesia evangélica en el medio oeste y había traído a Chuck y a un puñado de otros líderes voluntarios a esta conferencia para experimentar de primera mano a lo que él les había estado llevando. Chuck también me había mencionado que tenía una hija de dieciocho años que estaba pensando en echar la solicitud para la escuela de ministerio después de graduarse en el instituto.

    Por la forma en la que apretaba su mandíbula y entrecerraba los ojos, sospeché que la emoción dominante que estaba experimentando Chuck en reacción a la historia de Ben era el enfado. Había visto esa mirada muchas veces. Era la mirada del hombre que está pensando algo como, Si algún pastor sedujera a mi hija, le perseguiría y le pegaría un tiro. ¿Cómo puede alguien en una posición de confianza y poder aprovecharse de alguien de esta manera? Espero que hayan hecho un ejemplo de él. ¡Desde luego que no se le debería permitir jamás estar en ninguna posición de liderazgo en la iglesia!

    La siguiente persona que captó mi atención fue Alexandra, una líder secular de una iglesia de Idaho. La había conocido unos meses antes en otra conferencia de Bethel y, en esa ocasión, su rostro resplandeciente y sus descripciones de éxtasis sobre lo que había estado experimentando estaban llenos de una esperanza que lucía en sus ojos de haber descubierto una iglesia que, en lo que a ella respectaba, estaba muy cerca de ser perfecta. Ahora, su rostro indicaba las líneas de la desilusión. Casi podía oírla pensar, Vaya. Pensé que este era un lugar en el que las personas verdaderamente vivían la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. Pensé que los líderes aquí lo tenían más controlado. ¿Un pastor teniendo una aventura con su interina? ¿Cómo podía estar viviendo en medio del avivamiento y cometer semejante acción?

    En la mesa al lado de Alexandra había un grupo de líderes de Singapur. Mis ojos se centraron en Li, un líder con el que había pasado bastante tiempo a lo largo de varios viajes a Asia. En todas nuestras conversaciones sobre los tipos de desafíos del liderazgo que él enfrentaba en su cultura, la mala conducta sexual no era uno de los asuntos importantes y, aparentemente, solo en rara ocasión se oía de esto entre los líderes cristianos. La mirada rígida y seria en la cara de Li sugería que estaba sintiendo una indignación justa ante un ministerio del evangelio que se había comportado de una manera tan vergonzosa. Basándome en lo que yo entendía de su cultura, sabía que probablemente se decantaría por un castigo estricto para enviar el mensaje a todos de que un comportamiento así era deplorable para cualquiera, especialmente para un pastor.

    Al fondo de la sala, vislumbré a mi amigo Walter, un hombre de negocios cincuentón, creyente de toda la vida de Tulsa, Oklahoma. Después de la primera sesión de la conferencia el día anterior, habíamos empleado cierto tiempo para ponernos al día, y Walter había compartido que acababa de pasar por una traición muy difícil. Había descubierto recientemente que su cuñado, a quién él había contratado dos años antes tras haber sido despedido de otro empleo, estaba reclamando gastos falsos y firmando cheques de la compañía a su nombre. Walter no le había denunciado, pero dijo a su cuñado que era hora de buscarse otro empleo. Me rompió el corazón, me había dicho, pero tuve que dejar que él enfrentase las consecuencias de su comportamiento. Mi única esperanza es que aprenda su lección y nunca vuelva a hacer daño de esta manera a la gente. Podía imaginarme con toda facilidad que Walter pensaría que algo parecido debería hacerse en el caso de Ben.

    También, sentada cerca del fondo, había una conocida del ministerio de hacía mucho tiempo, Carolyn, su cara cubierta de ansiedad que, yo sabía, tenía menos que ver con la historia de Ben que con una situación en su vida personal. En los años que había conocido a Carolyn y a su esposo Ken, siempre habían sido un modelo de familia cristiana, educando a sus tres preciosas hijas en la iglesia en la que Carolyn había trabajado como contable durante once años. Las chicas estaban muy involucradas en el grupo de jóvenes y Ken estaba en el consejo de ancianos. Pero ahora, algo estaba amenazando en poner su mundo patas arriba. Durante el almuerzo el día anterior, Carolyn había llevado a mi esposa Sheri a un lado y le confió que tan solo esa semana ella y Ken se habían enterado de que su hija mediana, que acababa de cumplir los quince, estaba embarazada. Todavía no se lo había dicho a su pastor y estaba pidiendo consejo a Sheri sobre lo que debía hacer. Estaba convencida de que cuando el liderazgo y la congregación se enterasen de cómo había fracasado como madre, querrían quitarla de su papel en la administración de la iglesia para que no tuviera un mal reflejo sobre el pastor principal. Basándome en su expresión, sospechaba que el hecho de escuchar la historia de Ben solo agravaba el temor al castigo con el que estaba tratando en ese momento.

    La última persona que captó mi atención era un pastor amigo mío, Bruce, que estaba sentado a la mesa con tres miembros nuevos de su equipo de ancianos. Los tres jóvenes habían unido sus cabezas en la mesa y estaban mostrándose lo que habían escrito en sus papeles. Bruce, sin embargo, les había dado la espalda y parecía estar evitando todo contacto visual. Parecía... incómodo. En los más de diez años de conexión y de ministrar juntos en varios eventos, Bruce y yo habíamos compartido suficientes historias como para yo saber que él había luchado con un problema de pornografía en el pasado. Basándome en algunas de las situaciones estresantes que yo sabía que estaba tratando en el presente con su congregación, no podía evitar preguntarme si Bruce estaba luchando de nuevo en esa área. De ser así, explicaría por qué el hecho de escuchar que se había pillado a un pastor y se le había expuesto le había hecho sentirse incómodo.

    ENCONTRANDO EL PROBLEMA

    Una vez que todo el mundo hubo terminado de escribir, dije, Así que, llegados a este punto en la conversación, tenía la confesión de Ben. En la mayoría de los casos, ahí es donde se para la conversación. Ahí es dónde empezamos a decirle a alguien que ha roto una de las normas sagradas de la comunidad qué es lo siguiente que va a ocurrir. El mensaje que enviamos es que no tienen más elecciones que hacer en este proceso. Pero desde mi perspectiva, Ben todavía tenía una decisión que tomar, la más importante de todas. ¿Se arrepentiría o no?

    Esta vez, no vi ninguna cabeza asintiendo en la audiencia. Muchos, incluyendo a Chuck y a Walter, miraban con incredulidad, como diciendo, ¿Por qué sería eso importante? Otros parecían confundidos y desconcertados, aparentemente inseguros de lo que yo quería decir con arrepentirse.

    La primera forma de saber si Ben está arrepentido, continué, era descubriendo si estaba verdaderamente dispuesto a mirar de frente al lío que había creado. Había admitido su comportamiento, pero eso era solo parte del escenario. Para arrepentirse, tenía que ver todo el problema, los valores y motivaciones internos que habían producido este comportamiento y todos sus efectos.

    Seguí describiendo la siguiente etapa de nuestra conversación con Ben, que empezó cuando le pregunté, Así que, ¿qué pasó, Ben? ¿Cómo permitiste que algo así entrase en tu vida?.

    Llegados a este punto, la mirada de asombro de Ben tras la confesión se había visto reemplazada por profundos suspiros y lágrimas de temor, culpabilidad y remordimiento. Estaba bastante seguro de que no había que convencerle de que tenía un problema, sabía que estaba en el mayor lío de su vida. Pero, en vez de salir corriendo de la habitación, empezó a buscar con nosotros la raíz de donde las cosas habían empezado a irle mal y por qué.

    Tras juntar los eventos, decisiones y dinámicas relacionales que le habían llevado hasta la aventura, Ben vio la realidad de la vida que había estado viviendo. No solo se había desconectado de su mujer desde hacía años, sino que se había aislado casi por completo de todos los que le rodeaban. El esposo, padre, líder y hombre que presentaba era solo una imagen, nadie le conocía de verdad ni sabía lo que estaba ocurriendo detrás de la fachada.

    Cuando pregunté a Ben qué estaba causando estos patrones de desconexión, aislamiento y encubrimiento en su vida, necesitó varios minutos pensándolo bien hasta identificar la verdad. Al final, declaró, Tengo miedo a ser visto y conocido porque tengo miedo de hacer algo mal y que se me castigue por ello.

    Vale, dije. Vayamos tras eso. ¿De dónde piensas que viene ese temor?

    Ben mencionó algunas ocasiones en las que se metió en líos cuando era niño, pero dimos con algo gordo cuando hizo otra confesión. Esta no había sido su primera aventura. Había cometido adulterio una vez doce años antes cuando él y Heather acababan de casarse y estaban esperando su primer bebé. En ese entonces, formaba parte del personal de una iglesia pequeña. Cuando salió la verdad a la luz, pasó por un proceso de disciplina de la iglesia. En primer lugar, se le dijo que se pusiera delante de la congregación de la iglesia y confesase lo que había hecho. Después se le relevó de toda posición de liderazgo aunque se le permitió seguir siendo parte del personal como guarda de la iglesia. Las únicas personas con las que tenía permiso para hablar sobre la situación eran los pastores principales, que supuestamente aconsejarían a la pareja, aunque en realidad hubo muy poco consejo. Él y Heather se pusieron de acuerdo en olvidarse de todo esto y seguir adelante como si no hubiera ocurrido nada. Con el paso del tiempo, los líderes de la iglesia decidieron que Ben había sido suficientemente castigado como guarda y poco a poco se le permitió seguir con sus obligaciones pastorales.

    Cuando contratamos a Ben, no sabíamos nada sobre este episodio en su vida, por lo que nunca consideramos establecer una forma en la que él rindiera cuentas ni le hiciéramos buenas preguntas como, ¿Es una buena idea tener una joven viviendo en tu casa? Así que, la puerta había estado abierta de par en par para que el temor de Ben a ser castigado le llevase a hacer aquello que más temía. Era tan solo una cuestión de tiempo antes de que la miseria de este dolor inconcluso en su matrimonio y el hecho de esconderse de las personas que le rodeaban se hicieran más grandes que su temor de que le pillasen y castigasen, y actuó de una forma ilegítima para encontrar conexión al igual que lo había hecho hacía doce años.

    Una vez me dí cuenta de que Ben podía ver el cuadro interno de su problemática, cambié mis preguntas al cuadro externo. Quería que él entendiera qué estaba en juego en esto. No se trataba tan solo de su matrimonio ni de su trabajo ni siquiera de la iglesia Bethel y la escuela ministerial. No se trataba tan solo de violar los mandamientos de Dios. Se trataba de una familia, una familia a la que ambos pertenecíamos y que ambos teníamos la responsabilidad de proteger.

    Dime, ¿quién se ha visto afectado por esta decisión? pregunté.

    Una a una, Ben nombró a las personas a las que había dañado con su traición. Heather. Sus hijos. Sus padres y demás familiares. Su interina. Su equipo. Los otros pastores de grupos de avivamiento y el liderazgo de la iglesia. Su propio grupo de avivamiento. Todos los estudiantes del primer curso. Los estudiantes del segundo curso también, en especial aquellos que habían estado en su grupo de avivamiento el año anterior. A medida que el asunto se veía con más claridad, Ben empezó a sollozar de dolor.

    Las lágrimas de Ben claramente estaban bien, y su quebrantamiento parecía real. Había estado dispuesto a profundizar, a responder a mis preguntas y a descubrir la anatomía de este asunto en toda su plenitud. Ahora parecía estar experimentando el padecimiento que lleva al arrepentimiento. Pero su respuesta a mi última pregunta demostraría lo que de verdad estaba en su corazón.

    Así que, Ben... ¿qué vas a hacer? pregunté.

    Ben se quedó quieto durante un momento, sobrecogido por el tsunami emocional que acababa de asolarle. No lo sé, dijo al final. Sé que tengo que intentar limpiar lo que he formado. Pero no sé cómo. Me siento bastante seguro de que acabo de perder todo lo que es importante para mí.

    Bueno, te puedo decir que estaremos apoyándote mientras limpias todo este jaleo, le respondí. No puedo decirte lo que los demás decidirán ni lo que pasará. Pero he visto cómo situaciones como ésta ha dado un giro. Esto va a salir mejor de lo que piensas".

    UN VIAJE DE ARREPENTIMIENTO

    Ben estaba arrepentido, dije a la sala de líderes, y eso lo cambió todo. Pero en vez de contar lo que ocurrió a continuación, quiero invitar a Ben y a Heather para que ellos terminen de contar la historia a partir de este punto. Extendí mi mano hacia la puerta de la sala de conferencias y les hice señas.

    En unísono, todas las cabezas se volvieron y siguieron a Ben y a Heather mientras entraban en la sala abriéndose camino, de la mano, por el pasillo hasta llegar al frente. Cuando llegaron donde yo estaba, entregué el micrófono a Ben.

    Así que, ¿qué podía hacer yo? Be empezó sin preámbulo alguno. "Como dijo Danny, sentí que mi vida había llegado a su fin y tenía una opción: arreglar lo mejor

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