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Para Considerar
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Libro electrónico226 páginas4 horas

Para Considerar

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 Para Considerar (Consider: An Analysis of the Biblical Worldview) invites the reader to have a very respectful discussion regarding truth, the Christian message, and the need to think critically in order to consider adopting a biblical worldview. The conversational tone will put at ease anyone who is considering these profound yet relevant truths for the very first time.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2013
ISBN9781433678912
Para Considerar
Autor

Lew Weider

Lew Weider is director of Christian/Community Service and professor of Contemporary Issues at Liberty University in Lynchburg, Virginia. He received his Doctor of Education degree from Argosy University.

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    Para Considerar - Lew Weider

    Gutiérrez.

    Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos.

    Hechos 17:2-3

    CAPÍTULO 1: UNA INVITACIÓN A CONSIDERAR

    «¡¿Considerar qué?!»; «¡nunca escuché esto antes!»; «dejémoslo para otro día»; «olvídate»; «no me llames, yo te llamo»; «veo la lógica»; «explícame más»; «¡ahora entiendo!»; «creo».

    NO TE SORPRENDAS

    Tú también experimentarás diversas reacciones cuando trates temas de la vida y la espiritualidad. Ya sea que hables con amigos, parientes, compañeros de trabajo o extraños, cuando les pidas que consideren conceptos espirituales desconocidos, seguramente obtendrás respuestas similares. Pero lo alentador es que no eres el único al que le sucede. Muchos ya han enfrentado estas mismas situaciones todos los días y han reaccionado de manera apropiada. Gracias a Dios, tenemos un ejemplo para seguir.

    Uno de los más grandes teólogos y eruditos de la historia experimentó cada una de estas reacciones. Es más, este tipo de situaciones se tornaron habituales para él. Después de cada disertación o de los debates que el apóstol Pablo tenía con la gente sobre la persona de Jesús, enfrentaba diversas reacciones de la audiencia. Si exponía que Dios había venido a la tierra encarnado en un bebé (Jesús), había escepticismo, o si declaraba que este Dios-hombre (Jesús) había vivido de manera impecable y perfecta, y que después había ofrecido su vida en sacrificio para pagar por el pecado de toda la humanidad, lo echaban de la ciudad. Si se refería al tema de la resurrección literal de Jesús para comprobar que tenía autoridad y poder para salvar el alma de cada persona, las consecuencias eran impredecibles. El apóstol simplemente se apartaba y se preparaba para la inevitable reacción: una caótica oleada de emociones diversas.

    En resumen, el apóstol Pablo solía presenciar un despliegue de «caos» emocional.

    Algunos creían; otros no.

    Algunos lo trataban con respeto; otros le gritaban en forma mordaz y grosera.

    Algunos acordaban una cita para conversar más tarde; otros intentaban matarlo, literalmente.

    EL PORQUÉ DE LA DIVERSIDAD

    Dicho con sencillez, la gente reacciona en forma diferente porque cada persona es distinta. Cada ser humano es único. Todos tenemos impresiones digitales diferentes. Algunas diferencias son casi imperceptibles, mientras que otras son evidentes y manifiestas. Como cada uno tiene una configuración distinta, sin duda cada persona reaccionará de manera diferente ante las preguntas que se le formulen. En realidad, la diversidad de personalidades debería testimoniar del poder y la belleza inefables de Dios en su obra artística al crearnos.

    Y si deseas ver una de las muestras más vívidas y desenfrenadas de emociones diversas, simplemente pídele a un grupo de personas que considere modificar una creencia de toda la vida, algo que hayan considerado cierto hasta ahora. Luego, pídeles que consideren una idea que les cambiará total y absolutamente la vida para siempre. Asegúrate de ponerte a cierta distancia, porque estarás a punto de ver un enorme chisporroteo.

    Pablo sabía que muchos tenderían a reaccionar así cuando les pidiera que consideraran por primera vez una verdad espiritual. Lo comprendía porque se basaba en otra persona destacada de la historia que experimentó la demostración más visceral de odio de parte de la gente, pero que siguió amándola con sinceridad. El modelo del apóstol Pablo (y nuestro) fue Jesucristo.

    BUEN EJEMPLO

    Jesús les mostró y les enseñó a sus seguidores cómo esperar lo inesperado al hablar de temas espirituales. Un día en particular, el Señor fue a una región sumamente heterogénea llamada Decápolis. Allí se encontró con un hombre tan inexplicablemente diferente al resto de sus coterráneos que lo habían aislado para que viviera en el campo. Entonces, se instaló entre los sepulcros, cerca de la costa del Mar de Galilea. Cuando alguien se acercaba a la orilla, podía oírlo gritar con todas sus fuerzas día y noche. Se decía que se cortaba permanentemente con el filo de las piedras y que solía mostrar una capacidad extrahumana de partir en dos las cosas; algo imposible para los demás. Jesús, intencionalmente, quiso hablar con ese hombre sobre verdades espirituales que podían cambiar su vida.

    ¿Cómo reaccionó este hombre desenfrenado? Con un caos emocional. En cuanto posó su mirada en Jesús, se lanzó violentamente contra Él y sus doce discípulos. El relato bíblico no indica qué pensaron los discípulos cuando vieron que uno de los individuos más trastornados empezó a correr a toda velocidad hacia ellos. ¡Supongo que se les pusieron los pelos de punta! Pero sí sabemos que Jesús mantuvo la calma. Pasó por alto el caos y, pacientemente, empezó a hablar con este hombre perturbado.

    Lo que comenzó con un caos terminó con un cambio radical en la vida de aquel hombre. Es más, su comportamiento mostraba tanta tranquilidad, que los curiosos que vivían en la ciudad dejaron lo que estaban haciendo y corrieron a contarles a otros lo que había pasado en la costa ese día. Pero la historia no termina ahí.

    La reacción de este hombre, del caos a la calma, al encontrarse con Jesucristo por primera vez, no es en realidad lo que sorprende tanto al lector, sino que lo más curioso es cómo reaccionó la gente al ver el milagro del cambio en su vida. La diversidad de respuestas demuestra el amplio abanico de reacciones de la gente ante una verdad que transforma la existencia.

    UNA RESPUESTA IMPREDECIBLE

    Cuando la gente del pueblo vio el poder extraordinario de Jesús y cómo le había cambiado la conducta a ese demente, corrieron de prisa para contarles a sus amigos. Les informaron lo que habían presenciado y confirmaron que Jesús acababa de solucionar el problema social más grave de la ciudad. Declararon que no solo había hecho que el hombre dejara de gritar, sino que también había recobrado su juicio cabal; a tal punto, que ya no actuaba de manera hostil ni descontrolada. Ahora se mostraba civilizado, tranquilo y deseoso de aprender más de Aquel que acababa de cambiarle la vida. Sin dilación, los pobladores de la ciudad fueron al lugar donde habían marginado a aquel hombre, para ser testigos de la enorme transformación que se había producido.

    ¿Cómo piensas que reaccionaron ante el asombroso cambio en la vida de aquel hombre? ¿Crees que valoraron tanto que Jesús hubiera resuelto el problema social más grave que le pidieron que se quedara y solucionara de manera milagrosa todos los otros inconvenientes en la ciudad? ¿Le agradecieron incesantemente por hacer lo que ellos no habían podido? ¿Con cuánta pasión te parece que intentaron persuadirlo para que no se fuera? ¿Cómo reaccionaron frente a este asombroso incidente?

    En cuanto llegaron a la costa, vieron al exdemente sentado, tranquilo, completamente vestido y en sus cabales. Resultaba difícil creer que era el mismo hombre que habían echado de la ciudad e ignorado. No habían podido hacer nada con él. No alcanzaban a comprender el cambio. Perplejos, se dirigieron a Jesús con una demanda increíble.

    «Vete».

    «¡Vete!».

    «¡Sal de aquí!».

    «¡Sube a tu bote y no vuelvas nunca más!».

    ¿Por qué reaccionaron así? ¿Por qué decidieron rechazar a Jesús, cuando fue el que sanó al hombre que ellos habían marginado? Parece una respuesta incoherente, ¿no? No tiene sentido . . . ¿o sí?

    ESPERAR LO INESPERADO

    Aunque no hubiéramos imaginado que la historia terminara así, no nos sorprende que le pidieran que «se fuera» al que les había dicho la verdad. Por experiencia, sé que cuando alguien se enfrenta a algo tan asombrosamente poderoso o que lo lleva a modificar sus profundas convicciones o sus creencias de larga data, esa persona parece necesitar apartarse un poco de todo eso . . . solo para digerirlo.

    Esta historia se encuentra en el Nuevo Testamento, en el capítulo 5 del Evangelio de Marcos. Es interesante notar que la gente de la ciudad nunca negó la capacidad y el poder singular de Jesús ni que había transformado completamente la vida de un hombre al que no pudieron ayudar. Pero ese momento milagroso y atemorizante también los confrontó con la Fuente de la verdad: Jesús.

    Se preguntaban qué significaba todo eso. Acababan de presenciar la prueba del poder sobrenatural de Jesús y deseaban saber: «¿Este hombre tiene algo para enseñarnos? ¿Qué nos dice sobre nuestro(s) dios(es)?». Habían crecido pensando que sus dioses eran los más poderosos. ¿Cuál fue su conclusión? «¡Tal vez sea mejor que echemos a este hombre de la ciudad!» La situación era demasiado novedosa, desconcertante y sobrecogedora. Era el punto de inflexión para cuestionar su fe en lo que consideraban la verdad; el momento de analizar las trascendentes declaraciones de Jesús que llegaban hasta el cimiento mismo de sus creencias teológicas y religiosas. Por eso, necesitaban tiempo para procesar todo.

    UN VIDA DIGNA DE IMITAR

    Entonces, ¿Jesús se quedó en esa región? ¿Insistió en que lo siguieran escuchando? ¿Que no se fueran y que oyeran lo que Él predicaba, para no perderse ese momento tan impactante? No. En realidad, hizo lo que le pidieron. Les indicó a sus discípulos que lo siguieran hasta el barco, y se alejaron navegando. Jesús entendió que su partida contribuiría a que aquellas personas llegaran a comprender su poder, su amor, su perdón, y por último, la salvación de sus almas.

    Lo interesante es que, cuando Jesús estaba subiendo al bote, el hombre al que había sanado «le rogaba que le dejase estar con él» (Mar. 5:18). Al principio, suena extraño, pero si lo piensas, tiene sentido. Este hombre, a quien habían ignorado durante años, finalmente encontró alguien que lo trató como a una persona, y que le brindó la atención y el amor que había anhelado durante tanto tiempo. Pero la reacción de Jesús ante su pedido fue sumamente inesperada: no permitió que lo acompañara. El desarrollo de la historia nos revela que el Señor tenía una buena razón para responder así.

    Tal como el testimonio de Jesús y de sus discípulos sirvió para mostrarles la verdad a los demás, el Señor entendía que aquel hombre transformado también contribuiría a que otros oyeran y comprendieran dicha verdad. Por eso, le indicó que se quedara: «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti». Tras esa directiva, Jesús y sus discípulos partieron en el bote y dejaron en la costa a un nuevo creyente en Cristo, acompañado de sus conciudadanos hostiles y antipáticos con quienes había vivido toda su vida.

    ¿Te preguntas qué sucedió con este hombre y sus coterráneos? ¿Revieron sus ideologías religiosas tradicionales, completamente devastadas por el milagro de Jesús? Hallarás la respuesta en Marcos 7:31–8:10. Cuando Jesús visitó esa región por segunda vez, lo recibieron en la misma costa miles de personas que se habían acercado para oír sus palabras y sus enseñanzas. Al parecer, el hombre anteriormente trastornado había compartido la historia de su transformación en toda la región. Colaboró para que multitudes fueran a oír hablar a Jesús la próxima vez que visitara esa zona. Aun hoy, si viajas a Israel, puedes recorrer la misma playa donde se cree que tuvo lugar ese milagro.

    TAL VEZ TE ENCUENTRES EN LA MISMA SITUACIÓN

    Tal como el incidente anterior les llevó a esas personas entre uno y dos años para que confiaran en Jesucristo como su Salvador, quizás tú también tengas que esperar ese lapso cuando debatas temas espirituales con aquellos que evalúan la autenticidad de la verdad de Dios. Procesar la verdad requiere tiempo; en especial, cuando se opone a todas las ideas preconcebidas de una persona. Y así como lo experimentó Jesús, a veces querrás quedarte e insistir en que presten atención a la verdad transformadora que deseas compartirles. No obstante, posiblemente también oigas algo como «vete», «¡sal de aquí!» o «¡así como viniste, vete y no vuelvas más!». Si eso sucede, sigue el ejemplo de Jesús y haz lo que te piden. Tal vez sea el punto de inflexión en sus vidas. Confía en que Cristo obrará oportunamente para que entiendan la verdad.

    ¿SOMOS DISTINTOS?

    Cada vez que yo, Ben, leo este relato bíblico, suelo preguntarme: ¿Hay alguna diferencia entre nosotros hoy y aquellas personas que no querían reconocer la procedente autoridad de Jesús sobre la vida de los seres humanos? Es así: aceptar todas las afirmaciones y las verdades de Jesucristo implica someterse a una autoridad, sin posibilidad de vetar nada que les suceda en la vida. Aunque Dios debería ser su Salvador y Señor, confían primero y principalmente en ellos mismos. La mayoría de la gente rehúsa ceder el control de su vida y confiar en la autoridad de otra persona . . . ni siquiera cuando esa autoridad es Dios.

    Y cuando hablamos con otros, debemos ayudarlos a procesar la verdad, de modo que comprendan cuán sabio es ceder el control y someterse al Señor. Hasta que no se den cuenta, ¡serán como los vecinos de aquella ciudad que encontraron a Dios en la playa y le dijeron «¡vete!».

    Gracias al Señor, Él nos da instrucciones claras en la Biblia para que ayudemos a otros a procesar y entender la verdad de las Escrituras.

    ¿CÓMO REACCIONARÍAS TÚ?

    Quienes deseamos compartir adecuadamente la verdad de Dios para ayudar a la gente a procesar la verdad bíblica, ¿cómo debemos responder ante reacciones similares de aquellos que todavía no han puesto su fe en Jesucristo? Hay un versículo en la Biblia que describe cómo actuar ante los que objetan cuando les pedimos que consideren nuestro mensaje espiritual:

    «Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Tim. 4:2).

    Esta frase bíblica nos da tres instrucciones sobre cómo pedirle a la gente que considere la verdad espiritual: propuesta, precisión y paciencia.

    COMPARTE TUS CONVICCIONES

    La palabra griega traducida «predica» es, en realidad, el término que en el siglo I significaba «proclamar». Implica tener esa pasión que genera creer sinceramente el mensaje espiritual. Puede usarse en sentido formal (como un pastor que «predica» un domingo) o informal (como cualquiera puede «proclamar» o «comunicar para aclarar perfectamente la idea» a un oyente). Por lo tanto, puede aplicarse a las personas que oyen una predicación en la iglesia o a alguien que le explica conceptos espirituales a otro con quien se encontró en un banco de la plaza. En ambos casos, puede «predicarse la Palabra con pasión». Así que, si deseas testificarle a alguien sobre el cambio total que Jesucristo puede hacer en su vida para siempre, necesitas tener pasión por tu propuesta. ¡Debes estar completamente convencido de que crees de todo corazón lo que estás diciendo!

    Cada persona expresa su pasión de manera única, y depende completamente de la personalidad. Algunos presentan su propuesta apasionada con lágrimas, mientras que otros alegan su causa elevando la voz. También están quienes demuestran su apasionamiento preparando una serie de ideas bien definidas que revelan un profundo respeto por el tiempo del oyente. No obstante, cualquiera que sea tu manera de expresar tu propuesta, recuerda incluir los otros dos principios de 2 Timoteo 4:2.

    Una propuesta apasionada debe ir acompañada de precisión y de paciencia.

    PRECISIÓN

    Observa que después que la Biblia instruye al creyente a predicar con pasión, de inmediato señala qué debe proclamar y cómo hacerlo. Tenemos que ser precisos (exactos) cuando compartimos las verdades de la Palabra de Dios.

    «Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Tim. 4:2).

    Predicar «la palabra». Este término alude a todo el consejo de la verdad de Dios. En definitiva, «todo el consejo de Dios» se encuentra entre las cubiertas de la Santa Biblia (el Antiguo y el Nuevo Testamento). Sin embargo, al momento de redactar esta afirmación, aún no se había completado todo el texto bíblico. Por lo tanto, las Escrituras instan al predicador a aferrarse a la cosmovisión de Dios y su relación con el mundo, y no a la lógica humana.

    La cosmovisión divina está en agudo contraste con la lógica natural del ser humano; esta última, imperfecta, pecaminosa y viciada. La lógica humana es incapaz de aclarar plenamente las cosas que pertenecen a una vida piadosa. En contraposición, Dios es perfecto, omnipotente, omnisciente y omnipresente. «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2 Ped. 1:3). Por esta razón, la Biblia nos exhorta a aferrarnos al mensaje de la verdad de Dios que aparece en sus páginas.

    Al predicar todo el consejo de la verdad de Dios, a veces se nos llama a redargüir, reprender y exhortar a otros en la fe. Redargüir y reprender son tareas complicadas para todos los implicados. Pero deben llevarse a cabo con humildad y amor, y con el respaldo de la oración. Nadie es irreprochable, así que, si el cuerpo de Cristo es saludable y funciona según los principios bíblicos, en algún momento de nuestra vida nos encontraremos dando o recibiendo palabras que redarguyan, reprendan o exhorten. El

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