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Feng Shui: viento y agua
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Libro electrónico349 páginas2 horas

Feng Shui: viento y agua

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El Feng Shui es el arte de vivir en armonía con el espacio y sacar el máximo beneficio, paz y prosperidad a su casa o lugar de trabajo. Aquí tiene una guía para descubrir las desarmonías que existen en su hogar, en su despacho e, incluso, en su jardín, y eliminar las influencias negativas. Emplee este manual para corregir los elementos que pueden causar algún tipo de desequilibrio en su casa. ¿Se ven desde su ventana objetos molestos como postes, antenas, etc.? ¿Se pone usted de espaldas a la puerta mientras cocina? ¿Se encuentra el frigorífico delante de los fogones? ¿Qué reflejan los espejos? ¿En qué se apoya el cabezal de su cama? ¿Dónde está ubicado el cuarto de baño?... Descubra la orientación más favorable en la planta de su casa. Y… ¡cuidado con las habitaciones que se cruzan! Una guía ilustrada con numerosas fotografías e ilustraciones que aclaran cualquier situación y ofrecen multitud de soluciones que puede poner en práctica. Una sabiduría milenaria que se inicia en la filosofía taoísta y que, con el análisis de las relaciones con el espacio en el cual nos movemos, nos da las claves para armonizar cada aspecto de nuestra vida familiar, laboral, etcétera.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jul 2016
ISBN9781683250852
Feng Shui: viento y agua

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    Feng Shui - Carlo Amedeo Reyneri di Lagnasco

    Shui

    Prólogo

    por Maurizio Corrado

    Mircea Eliade, el conocido estudioso de las religiones, sostiene que el acontecimiento más importante para el Occidente moderno ha sido el encuentro con las culturas extraeuropeas; el cambio iniciado a partir de ese momento se puede comparar al que ocasionó Cristóbal Colón con su descubrimiento: después de 1492, se ensancharon de repente los confines del mundo conocido y vieron la luz otros territorios más vastos que Europa, la cual, a su vez, se convirtió inmediatamente en un continente «viejo» en comparación con las «nuevas» tierras.

    De la misma forma, en el siglo xx ya no es posible hablar solamente de una cultura: el nuevo panorama, en el que la cultura, la economía y el hombre se mueven cotidianamente, está representado por la multiplicidad, por la presencia simultánea de poderosas corrientes de pensamiento, fruto de una experiencia milenaria.

    La nueva concepción de la realidad, que propone la ciencia de diversas formas, es equiparable a la totalidad, a un flujo en constante devenir; está desapareciendo la escisión entre sujeto y objeto, entre espíritu y materia, profundamente radicada en la cultura occidental y responsable de una concepción fragmentaria de la realidad, como si estuviera constituida por elementos independientes entre ellos. Después de la teoría de la relatividad y de la teoría cuántica, no es posible mantener separado al observador de lo observado: ambos tienen que considerarse aspectos indivisibles de un movimiento único y continuo, un fluir universal de acontecimientos y de procesos.

    La analogía entre estas posturas y las que sostienen algunas tradiciones orientales o del mundo preindustrial son evidentes, como han observado ampliamente ciertos estudiosos. La globalización, típica de la esfera económica, donde el panorama es planetario desde hace mucho tiempo, casi corresponde a una toma de conciencia más completa de la experiencia humana: el hombre empieza a considerarse una especie, con costumbres y destinos similares. En el siglo xx aparece un nuevo camino, en el que las experiencias se han encontrado para seguir juntas; las investigaciones sobre el espacio que habitamos han descubierto el Feng Shui, que está incorporando a los métodos occidentales los conocimientos de prácticas cotidianas de la organización del espacio, cuya tradición es ya milenaria. El lector profano encontrará consejos y experiencias concretas; el técnico, si consigue liberarse de la armadura racional, podrá empezar a utilizar las facultades y las técnicas necesarias del nuevo modo de concebir la vivienda.

    El Feng Shui es como un armónico sendero con árboles que hay que recorrer para volver a descubrir la relación con el mundo que nos rodea

    Introducción

    Desde siempre, el hombre ha buscado la armonía en el interior de los espacios en los que habita; seguramente era más fácil conseguirlo cuando se vivía en contacto con la naturaleza, ya que la casa, la segunda piel del hombre, sólo era una cueva, una cabaña de hojas o incluso un simple refugio sobre un árbol que no interponía ningún distanciamiento entre los elementos naturales y el ser humano.

    El concepto de armonía en el espacio se expresa a través de la amplia y completa relación energética entre los elementos que componen el ambiente y los usuarios del mismo. Esta relación se desarrollaría de manera óptima si entre ambiente y hombre no hubiera ninguna separación; no obstante, todas las informaciones se transmiten a través de la fina red sensorial que las une: el hombre en contacto con la naturaleza vive plenamente la sensación de dulce bienestar transmitida por un prado de hierba bajo los pies o la dura estabilidad cuando está en contacto con la roca.

    Desde el momento en el que el hombre empieza a sustituir una realidad cada vez menos integrada con el ambiente natural preexistente —tanto por la forma en la que se concibe como por los elementos mediante los que se realiza—, el contacto con la naturaleza empieza a escasear y el ser humano se replantea sus modos para vivir.

    Para entender mejor este concepto, imaginémonos que a un niño —acostumbrado a vivir en un ambiente en el que conoce cada cosa porque sus sentidos han aprendido a familiarizarse con todo lo que le rodea— se le lleva a otro espacio que no tiene nada que ver con el anterior. El niño experimentará una fuerte sensación de desorientación y notará una aguda molestia que le repercutirá física, racional y emocionalmente.

    Lo mismo le ha pasado al hombre cuando ya no ha podido mantener la comunicación entre cielo y tierra, su casa natural, y ha traicionado su destino de estar con los pies bien enraizados en el suelo y la cabeza en las nubes, símbolo de un crecimiento hacia lo alto.

    Este manual de Feng Shui recoge y explica los principios de este arte milenario chino, capaz de restaurar el espacio para vivir en armonía; se trata de una interesante guía para comprender la naturaleza humana más profunda y su relación con el espacio circundante, con el que constantemente dialoga.

    En primer lugar es necesario trazar una breve conexión con la historia y con la filosofía oriental que está en los fundamentos de las disciplinas —tanto de carácter científico como artístico—, en especial para entender el concepto de universalidad que relaciona cada uno de los elementos con el conjunto de todos ellos; así, el libro analiza los diferentes aspectos del hogar, desde la ubicación en la que se encuentra la casa, hasta la decoración de cada habitación.

    Este trabajo no solamente es una guía para conocer el Feng Shui, sino también una ayuda para quien quiera mirar el espacio que le rodea con más conciencia y con la voluntad de aplicar todas las medidas posibles para vivir en la máxima armonía.

    Hemos reservado un lugar para dibujos e ilustraciones que ayudan a comprender los conceptos que describimos.

    A fin de que se comprenda este manual en toda su amplitud, aconsejamos dejarse transportar con la mente abierta a través de sus páginas con el fin de que todos los conocimientos que se refieren al espacio que se destina a la vivienda despierten nuestra conciencia, y dejen de permanecer dormidos dentro de la naturaleza de los hombres modernos.

    El agua es el elemento natural que mueve la energía vital

    El arte del Feng Shui

    El mundo chino define todas las disciplinas —tanto las científicas como las artísticas— como arte, subrayando la completa participación de todos los aspectos del hombre: físicos, intelectuales, emocionales y espirituales, en cada emanación de su naturaleza.

    Los antiguos maestros podían tener una especialización en el arte de la medicina o en el de la astronomía, pero su conocimiento abarcaba todas las artes y ciencias del mundo conocido.

    Por ello se habla del Feng Shui como de un arte que se propone armonizar los espacios en relación con las personas que viven en ellos, teniendo en cuenta múltiples aspectos —arquitectónicos, geológicos, médicos, astrológicos, astronómicos, artísticos y psicológicos— sin olvidar el valor afectivo que el hogar tiene para cada uno de nosotros.

    La armonía, que el Feng Shui busca en cada situación, se obtiene activando la vida en todos los aspectos de la naturaleza humana que están en relación con el mundo que nos rodea.

    Los principios del Feng Shui

    El término Feng Shui es la transcripción de dos ideogramas que indican el viento (Feng) y el agua (Shui), entendidos como elementos naturales, y motores de la energía universal, Ch’i, el soplo vital que invade todas formas de vida en el universo. Viento y agua son, en efecto, los elementos que determinan la presencia o ausencia de la vida en toda la superficie terrenal; de hecho, las primeras grandes civilizaciones de la historia, las de Egipto y Mesopotamia, se han desarrollado al lado de cursos de agua y con la presencia del viento tranquilo.

    Un lago situado en una zona donde no sopla nunca el viento —que crea el movimiento de las olas y permite el recambio del agua— se transforma en un pantano, donde ya no existe la vida, sino los elementos que se están descomponiendo. Por el contrario, un valle con un buen curso de agua, pero con un viento fuerte y constante, no tiene ninguna forma de vida porque el aire tiende a barrerlo todo. Ambos elementos, viento y agua, tienen que estar presentes y en equilibrio para que haya armonía en un lugar determinado: en este principio se basa el Feng Shui.

    Los ideogramas que forman el término Feng Shui representan, respectivamente, el viento y el agua, motores de la energía universal

    El Feng Shui comprende diferentes disciplinas que lo convierten en un arte extremadamente completo

    El recorrido de la energía

    Viento y agua son los motores de la energía universal, pero hay que conocer el recorrido que esta energía sigue en su circulación.

    La energía del Universo, constituida por los planetas, las estrellas, las constelaciones, la Luna y el Sol, se vuelca en la Tierra y se percibe en cada punto de ella según la conformación orográfica e ideográfica de la superficie.

    De hecho, según la presencia de relieves montañosos, de cursos de agua y de cuencas, de llanuras y de colinas, el territorio absorbe de forma diferente la energía del cielo. Las montañas son como antenas transmisoras que captan la energía y la reparten alrededor; a una altura más elevada de la montaña corresponde un cúmulo mayor de energía: es fácil darse cuenta cuando nos dirigimos hacia lo alto y percibimos la atmósfera cada vez más ligera, casi celestial.

    La función de los mares, de los lagos y de los ríos, en cambio, es juntar la energía reflejada por las montañas y permitir que toda la zona de alrededor pueda beneficiarse de ella; la parada de la energía por parte de los elementos hidrográficos es fundamental para que su flujo no se disperse sin haberse distribuido de manera uniforme.

    Desde el punto de vista del Feng Shui, Turín representa un buen ejemplo de cómo elegir adecuadamente el enclave para edificar una ciudad: está protegida por altas montañas a sus espaldas, rodeada por colinas y situada en la confluencia de los ríos Po, Dora Baltea y Dora Riparia. Además, se abre a la energía del norte a través de pasos. Turín ha sido la iniciadora de muchas actividades que después de un tiempo se han traslado a otras zonas, como indica el flujo de las aguas que se separan aquí

    LAS PIRÁMIDES

    La conexión que existe entre la energía de las estrellas y el relieve la conocían, también los egipcios. En ausencia de montañas que hiciesen de repetidores de la energía del cielo, erigieron las pirámides, y para que su aportación de energía fuese la máxima posible, las colocaron en correlación a las estrellas con las cuales se relacionaban. Una teoría reciente demuestra que las tres pirámides de la llanura de Giza, las conocidas pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, están alineadas en relación con el Nilo, de modo que reproducen en la tierra con exactitud la disposición de las tres estrellas que forman el cinturón de Orión respeto a la Vía Láctea.

    Las pirámides, por su forma, se comportan como antenas que reciben la energía cósmica que después distribuyen a su alrededor

    Para entender mejor esta función tan importante —tanto de las montañas como de los ríos—, imaginémonos que una pelota en lo alto de una montaña empieza a bajar hacia el valle: cuanto más alta es la montaña, más velocidad adquiere la pelota y, por lo tanto, más energía. Una vez en el valle, tiene que encontrar algo que la detenga; si no, nadie podrá pararla ni jugar con ella, ni utilizar la energía acumulada durante el descenso. El freno de la pelota, cargada de energía, es precisamente el agua que se encuentra en el valle.

    El hombre, una realidad entre el cielo y la tierra, se beneficia de la energía directa que se produce arriba y de la reflejada desde abajo. Cuanto más equilibradas estén las dos fuerzas, más estará el hombre en armonía con el espacio y con sus dimensiones: la física (tierra) y la espiritual (cielo). Cuando predomina la energía del cielo, la actividad del ser humano se vuelve más meditativa: no es casualidad que los monasterios estén colocados sobre las montañas, más cerca del cielo.

    Si predomina la energía de la tierra, pocos son los gestos espirituales; por el contrario, nos dedicamos más a actividades comerciales y laborales.

    Además de las montañas y de los ríos, son importantes los valles, los bosques, las canteras; es decir, todos los elementos del terreno que sirven para condicionar el recorrido de la energía. El conjunto de todos estos elementos se convierte en el tema de estudio y de investigación del Feng Shui, que determina la energía de cada punto de la tierra y especifica la ubicación más adecuada para que el hombre viva en completa armonía con su entorno.

    Las aplicaciones del Feng Shui

    El Feng Shui, puesto que estudia las energías de los lugares y la relación que tienen con las personas que viven en ellos, busca la máxima armonía. Este arte se aplica en distintas situaciones ambientales relacionadas con el hombre:

    ■ un lugar natural, sin construcciones humanas preexistentes, en el que se realiza una nueva construcción;

    ■ un ambiente natural en el cual hay que sistematizar una casa;

    ■ un país en una determinada posición;

    ■ una ciudad en una determinada posición;

    ■ un edificio en un país o en una ciudad;

    ■ un piso en un edificio;

    ■ una zona en un piso o en una casa.

    En el caso de un lugar natural, sin construcciones, ya que su energía está determinada por su conformación física, el experto en Feng Shui analiza la presencia de los elementos que forman parte del paisaje y que condicionan el flujo de energía.

    Con el estudio atento del terreno, objeto del capítulo dedicado a la morfología del

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