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En las últimas décadas y de la mano de una consistente retromanía –el culto a lo retro–, así como del marketing nostálgico, distintos formatos discontinuados están reencontrando nichos de consumo en el mercado. Pero no solo eso, además se está viendo una lenta pero progresiva revalorización por productos corpóreos o tangibles en detrimento de los digitales. Si bien no es un suceso nuevo, hay varias cosas que llaman la atención. Entre ellas, que los consumidores de estos objetos vintage sean más bien jóvenes, así como también nuevas variables para estudiar, desde un efecto rebote postpandémico de volver a consumos más básicos y simples, una fatiga con modalidades actuales (se habla de “fatiga del streaming”) y otros fenómenos emergentes como la búsqueda de la “cultura hiperestética”.
En este sentido es llamativo, por ejemplo, lo que está sucediendo con los libros, un formato cuya muerte se viene anunciando por décadas y que hoy, pese a la competencia con formatos