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Como señala el malogrado historiador galo Marc Bloch –quien murió a manos de los nazis en 1944 acusado de participar en la Resistencia Francesa–, autor entre otras obras de referencia historiográfica del magnífico ensayo Los Reyes Taumaturgos, los soberanos de Occidente se volvieron oficialmente sagrados gracias a una nueva institución: la consagración eclesiástica del advenimiento, y particularmente a través de la unción, su rito fundamental, que sería introducido en Francia por los carolingios como forma de mostrar su vinculación con la realeza bíblica. No obstante, dicho ritual, que equiparaba al soberano con el sacerdote –ungido–sería motivo de controversia entre reyes y papas. Sería la Biblia la que proporcionó en Occidente, en palabras de Bloch, «el medio de reintegrar a la legalidad cristiana la realeza sagrada de las viejas épocas».
En los reinos surgidos de las invasiones bárbaras tras la caída del Imperio romano, gran cantidad de recuerdos de diversa procedencia –germánica o romano-occidental–lograron