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E HA PREGUNTADO ALGUNA VEZ POR QUÉ nos atrae tanto el mar? En primer lugar –como advirtió el poeta– está el hecho de que “Quien lo mira, lo ve por vez primera siempre. Con el asombro que las cosas elementales dejan”. Una fascinación a la que contribuyen su honda y cambiante inmensidad, los arcanos enigmas que se empeña en contener, un catálogo infinito de azules y la promesa de esa felicidad, al tiempo asequible y soberana, que nos hace con solo pensar en él. Y ¿acaso no es su rumor ondisonante el que evocamos cuando buscamos relajarnos? Además, en ningún otro lugar de la tierra se sumergen en el pasado más rápidamente días y semanas, plazos y entregas, reuniones y ansiedades que en el mar, donde, como escribió otro grande, parecen quedar atrás “con tanta facilidad