La figura de María Magdalena se ha convertido en un auténtico icono para los entusiastas de un “cristianismo alternativo” al que oficializa la Iglesia. Los Evangelios Canónicos nos la presentan como una mujer arrepentida, que debió vivir en pecado, pues estaba poseída por siete demonios que le fueron expulsados por Jesús de Nazaret. A partir de ese instante, y aunque no se aportan más datos acerca de ella (su edad, oficio, lugar de procedencia, etc…), se la menciona varias veces como una de las mujeres que se convirtieron en incondicionales seguidoras del Mesías, hasta el extremo de ser una de las principales testigos de su Resurrección.
Fue el best seller “El Código Da Vinci” (2003) la novela que popularizaría su imagen entre el gran público, al identificarla como discípula aventajada a la vez que esposa de Jesús de Nazaret. Su autor, Dan Brown, carente de recursos literarios, no había “inventado” nada nuevo: su novela se limitaba a un “corta y pega” de un clásico de los ensayos de pseudohistoria: “El Enigma Sagrado de Lincoln” (1982), de Lincoln, Baigent y Leigh, que pretendía evidenciar que la Magdalena y el Mesías habían contraído matrimonio, dando a luz un linaje que entroncaría con la monarquía de los merovingios en Francia.