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atty Arbuckle está ebrio y agotado. Está ebrio porque lleva 48 horas ingiriendo alcohol en grandes cantidades. Y agotado porque ha intentado repetidamente echar abajo la puerta del cuarto donde su amante se ha encerrado. No es fácil mover 120 kilos, que es el peso de Fatty. En el último intento de derribar la puerta ha caído al suelo. Y su bata ha dejado al descubierto su gran barriga. Sus actos parecen uno de los que rueda para sus películas. Pero aquí no hay público. Solo están él, su barriga, y su amante inconsciente al otro lado de la puerta. En la pantalla grande los espectadores adoran su enorme cuerpo. Ríen cuando cae por escaleras. Cuando le estampan tartas de nata en la cara. Y cuando le persigue una multitud de policías. Pero ahora Fatty no hace gracia. Da lástima. Incluso en un día tan especial. Fatty ha decidido organizar una gran fiesta en el hotel Saint Francis. Ha reservado habitaciones conjuntas, los números 1219, 1220 y 1221, para celebrar allí su nuevo contrato multimillonario con la Paramount Pictures. Fatty, ha contado para tal ocasión con productores, directores, guionistas, actores y las más atractivas modelos de San Francisco. Y ha conseguido el mejor de la ciudad, aún cuando hace dos que el congreso aprobó la Ley Seca. Fatty piensa que su carrera solo puede ir a mejor. Pero ese año de 1921, será acusado de homicidio y