A nadie le gusta ir al dentista. Te hacen daño, te sablean y sales con la boca así, como si hubieses masticao chiles. Así que no, a nadie le gusta ir al dentista. Pero Philip K. Dick exagera, creo...
Venía de antes. Lo de Philip, digo. Philip K. Dick (1928-1982) siempre tuvo su punto... rarete. Escritor compulsivo (pero compulsivo de verdad), consumidor de anfetas (y otros asuntos, ya puestos... ¿lo pillan?, ya puestos, jaja), tirando a solemne, su miaja de misticismo, su mucho de “oye,