En tiempos remotos, la luna, al igual que la totalidad de la naturaleza, se experimentaba como la Diosa Madre, de manera que las fases lunares pasaron a ser las fases de la vida de la madre: la luna creciente era la joven, la doncella; la luna llena, la mujer encinta, la madre; la luna nueva, la anciana sabia, cuya luz se ocultaba en su interior, según se recoge en el muy recomendable ensayo El Mito de la Diosa.
Las dos caras de la significa «luna», el latín , «mes», y , con la misma raíz, significa «medida», de donde proviene, en palabras de Cashford y Baring, el nombre del ciclo menstrual, «pues los cambios de la luna hicieron posible el medir por vez primera los periodos de tiempo que superasen el día (que podía medirse con el sol)».