Jacobo Gavira nos recibe en su estudio, situado en un enclave privilegiado de Madrid y cubierto de bocetos y cuadros terminados que cuelgan en las paredes. Sobre la mesa, varios tubos de óleo perfectamente alineados, todos ellos deformados por el uso de su propietario.
¿Cuál es el origen de su profesión artística?
Es de nacimiento, mis padres siempre han formado parte de este mundo. Mi madre era gallega y mi padre, sevillano, y ambos se conocieron en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Mi madre era pintora y mi padre se fue por la rama del interiorismo.
Tras instalarse en Madrid, mi padre se especializó en casas de campo e hizo su primera incursión en la decoración del sector hostelero en la Hacienda de Benazuza (Sevilla) en 1992. La Hacienda de Benazuza es una alquería árabe del siglo X, con una importante carga histórica, que, tras su rehabilitación, se convirtió en una referencia de lujo en la hostelería y gastronomía.
¿Cómo llegó su padre al mundo de la decoración e interiorismo en el mundo de la hostelería y gastronomía?
A mi padre le encantaban los buenos