egún indican las fuentes grecorromanas, entre las que podemos destacar los escritos de historiadores como Tito Livio, Cornelio Nepote o Polibio, Aníbal fue educado, a instancias de su progenitor, desde muy temprano en el arte de las armas, a la vez que se le inculcó un profundo odio hacia los romanos. Siendo aún apenas un niño de unos nueve años de edad, ya viajó con Amílcar a la península ibérica. Previamente, en los prolegómenos de la partida de Amílcar junto a sus tropas hacia las tierras que compondrían en el futuro las provincias romanas de Hispania, su hijo Aníbal se hallaba también presente en torno al altar donde el general púnico y sus hombres de confianza pretendían obtener el favor del dios Melkart, realizando las pertinentes libaciones que precedían a una ofrenda. Fue entonces cuando el líder Bárcida solicitó a los asistentes que le dejaran a solas con su hijo para poder plantearle una cuestión. En ese preciso instante Amílcar preguntó al niño, en la intimidad entre padre e hijo, si era su deseo marchar con él a la guerra. Aníbal aceptó, de buen grado, motivo por el cual el general le
