Si, desde el principio de los tiempos, la Historia la han escrito los vencedores para convertirse en dueños de la memoria y que perviva solamente su propia historiografía y no la de sus enemigos, en el caso de Aníbal este hecho se acrecienta hasta el límite.
Tras la batalla de Cannas, Aníbal decidió no atacar la ciudad de Roma, cuando estaba a sus puertas, hecho que ha abierto un serio debate sobre las causas; sin embargo, los romanos sí que buscaron desde el primer momento del choque con Cartago su completa destrucción en un largo proceso que abarcó tres guerras y que pinta como nadie Borges en su poema Límites:
«Tan perdido estará como Cartago que con fuego y con sal borró el latino.»
Con el fuego destruyó Roma toda la palabra escrita cartaginesa y con la sal quemaron los campos y la tierra para que ninguna vida creciera sobre ella. Por ese motivo, todo cuanto nos ha llegado de Aníbal ha venido de la mano de historiadores romanos; Polibio, Tito Livio, Cornelio Nepote, Apiano o Plutarco.
Ninguna fuente hay desde el punto de vista púnico. Roma deja claro que se