EL MENSAJE LEGADO POR JESÚS DE NAZARET NO CONSTITUYÓ NUNCA UNA TEOLOGÍA MONOLÍTICA. Ya desde sus primeros años, el cristianismo primitivo se escindió en tres corrientes principales: el judeocristianismo, el cristianismo paulino y el gnosticismo; de las que se ramificarían varias y distintas interpretaciones de la figura y el discurso del Mesías (CLÍO, 244).
El judeocristianismo (también conocido como Iglesia de Jerusalén), representado por Pedro y los discípulos que habían conocido personalmente Jesús, no pretendía escindirse del judaísmo, sino ser una continuación de las antiguas leyes de Moisés. En contraste, el cristianismo paulino o helenista, integrado por judíos procedentes de la diáspora como Pablo de Tarso, abogaba por no imponer a los paganos algunas tradiciones mosaicas como la circuncisión, –que debían permanecer exclusivas para el pueblo judío–, con objeto de exportar el discurso mesiánico más allá de las fronteras de Israel. Más minoritario sería el gnosticismo, impregnado de elementos esotéricos que se referían a la existencia de una doctrina secreta de Jesús revelada solo a unos pocos iniciados, pero que influiría en el discurso de muchas de las herejías surgidas en siglos posteriores.
De estas tres corrientes solo persistiría una, que se convertiría en la más mayoritaria: el cristianismo paulino, que logró monopolizar el mensaje de Jesús e imponer su visión sobre el Mesías. Aunque las reminiscencias de las otras corrientes persistirían en el tiempo en forma de movimientos heréticos. Fueron los otros cristianismos: los cristianismos prohibidos.
SE ESCINDIÓ