Wanda supo de pérdidas desde que era muy joven. Apenas era una adolescente cuando su hermano salió a jugar futboly, tras sufrir una caída en un pozo, no recuperó la conciencia. La prematura muerte de su hijo afectó tanto a Giovanna Pellegrino, su madre, que ella tampoco resistió la tristeza y falleció poco tiempo después, cuando Wanda tenía 16 años. Ambas tragedias ocurrieron en Bonito, el pequeño poblado de la región de Campania, al sur de Italia, en el que Wanda nació, conoció la tristeza más profunda y, luego, al amor de su vida. Y es que, un par de años después de la muerte de su madre y su hermano, el destino quiso compensarle el dolor.
Fulvio Miletti, el padre de Wanda, era el médico más reconocido de Bonito y también el alcalde del pueblo, donde las obras públicas contaban con el cobijo económico de un benefactor célebre: el diseñador de zapatos Salvatore Ferragamo. Un hombre nacido en Bonito que se había ido a Estados Unidos a probar fortuna y había conseguido llegar a Hollywood para diseñar los zapatos que usaban estrellas como Audrey Hepburn y Marilyn Monroe. Con intención de mostrarle a Ferragamo