N ORMALMENTE NO SOLEMOS ECHAR UN VISTAZO al velocímetro en pista –y recomendamos no hacerlo–, pero esta vez la curiosidad nos puede: 275 km/h. Los números están ardiendo en el tablero digital y la cifra sigue subiendo. Así es como se sienten los 1.015 CV. Como un resorte, mis ojos miran hacia arriba y se fi jan en el vértice mientras el arco verde se estira y se difumina en mi visión periférica. Más adelante se encuentra la curva más rápida del circuito y entramos más calientes que la palanca de cambios metálica de un Diablo Roadster a pleno sol del mediodía. Nos acercamos a la Curva Grande de Vallelunga, un circuito a escasos 30 kilómetros de la capital italiana, Roma. Piso el freno y 1,9 toneladas de supercoche pierden velocidad como un paracaídas, los neumáticos se agitan, el par vectorial lucha por mantenernos plantados… pero ya es demasiado tarde.
En los anteriores hipercoches de Lamborghini, tomar una curva con una quinta marcha a unos pocos km/h