Tras décadas explorando el mundo onírico, la neurociencia comprende gran parte de los procesos neurobiológicos que ocurren en nuestro cuerpo mientras dormimos, pero entender la naturaleza de los sueños ha sido casi imposible. Hasta ahora.
En la actualidad hay mucho interés en la relación entre dormir bien y nuestra salud, ya que los datos son claros: tener un descanso de poca calidad es altamente perjudicial para la salud. Por ejemplo, a corto plazo, la falta de sueño deteriora tanto nuestro rendimiento físico como mental y, a largo plazo, es aún peor: la escasez crónica de descanso nocturno aumenta la mortalidad, ya que suben las posibilidades de padecer cualquiera de los principales problemas de salud, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la depresión o el cáncer. Los procesos biomédicos del sueño son tan amplios que nuestras necesidades de sueño varían según nuestro estado de salud y hay casos concretos de enfermedades, como ocurre con el Parkinson o las infecciones por VIH, donde el sueño incluso se ve sutilmente perturbado antes de que se manifiesten los síntomas clásicos. Sin embargo, aunque el valor del descanso nocturno para la salud está claro, solo ahora se ha empezado a trabajar en profundidad en los propios sueños, dentro de los cuales están