A lo largo de la majestuosa Vía del Foro Imperial, flanqueada por la imponente estatua de Julio César y el esplendoroso Foro que lleva su nombre a la diestra, y el magnífico Foro de Trajano a la siniestra, se despliega un camino que nos guía con la solidez de la historia hacia el colosal Coliseo. Entre estas reliquias de una Roma antigua y poderosa, el viajero se siente imbuido por una presencia imponente, donde los gobernantes romanos trazaron su legado en las piedras.
Sin embargo, entre todas las sendas que conducen al corazón de esta enigmática ciudad, tal vez la más sublime sea descender por la sacra Vía Sacra hasta el majestuoso Arco de Tito. Pero antes de llegar a tan sagrado destino, se hace inevitable la parada ante los templos de los Dióscuros, de Antonino Pío y Faustina, y el enigmático templo del divino Rómulo. Al otro lado de la senda, se alza el imponente Templo de Saturno y el señorial Arco de Trajano. En cada rincón de Roma, la historia se yergue, susurrando sus secretos entre las ruinas y los monumentos que son testimonio de una grandeza que perdura en la eternidad.
El Coliseo, majestuoso y eterno, emerge como el epicentro de esta imponente narrativa histórica. Aun en nuestros tiempos, su grandeza deslumbra al visitante, pero la paciencia se torna esencial, pues si la contemplación de su fachada no representa un desafío, adentrarse en sus entrañas es un deseo que requiere perseverancia.
La entrada al Coliseo se realiza a cambio de una tarifa, con horarios que oscilan desde las 8:30 de la mañana hasta una hora antes del ocaso. Recomendable es consultar en el lugar de adquisición del boleto para confirmar el horario de cierre, que varía según la época del año. Este majestuoso monumento abre sus puertas todos los días, con la excepción de dos fechas: el 25 de diciembre y el 1 de enero, días de reposo para el coloso.
Porque en las paredes centenarias del Coliseo reside una grandiosidad que trasciende la mera historia escrita; es un testigo de la sangre derramada, del oro fundido y de la soberanía de una nación que conquistó el mundo.
En la actualidad, solo nos queda el privilegio de contemplar