Frente a los riesgos de cruzar hacia Estados Unidos a salto de mata, con la posibilidad de ser víctimas de la migra o el crimen organizado, y hasta perecer masacrados por cualquiera de ellos, el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) entre México y Canadá parece todo bondades.
No es así. Aunque en su viaje a los campos canadienses los migrantes van acompañados desde su registro y salida del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México (AICM), hasta llegar a su lugar de trabajo, el panorama es complejo: están expuestos a problemas de salud, malas condiciones de vida, abusos laborales e incluso una nostalgia que ha llevado a algunos al suicidio.
Hacen falta protocolos que garanticen plenamente los derechos de los trabajadores y, sobre todo, que las autoridades mexicanas, tanto en el país como las consulares, se pongan de parte de ellos y no de los patrones canadienses.