@Rafaikkonen
La industria de los videojuegos puede ser impredecible a menudo, y una compañía puede verse en el fondo del mar o en la cresta de la ola en cuestión de apenas unos años. Nintendo ha vivido esos altibajos varias veces a lo largo de su historia, pero nunca de una manera tan pronunciada como la de la última década. En 2012, puso a la venta Wii U, pero su concepto no cuajó, al estar lastrado por un nombre confuso a más no poder y por la nula portabilidad de su mando dotado de pantalla. En realidad, tenía la experiencia reciente de 3DS, que había logrado reflotar tras un comienzo también poco halagüeño, pero, en este caso, coincidió la competencia directa de las incipientes PS4 y Xbox One, así que tocaba asumir el error y empezar a pensar en una sucesora de Wii U que, de paso, también lo fuera para la propia 3DS, cuya salud portátil contribuyó a amortiguar la caída de esos años. Como si la hubiera poseído el espíritu del mismísimo Mario, Nintendo derribó el Muro de las Lamentaciones que había sido Wii U y, en su lugar, construyó Switch, su particular Muro de las Maravillas, que, como si fuera el de la mítica canción de Oasis, la salvó y volvió a llenar sus arcas de monedas.
Hemos hablado largo y tendido de la consola híbrida en los últimos años, pero nunca, podía pensarse que ya estaba todo dicho y que era hora de ceder el testigo a un nuevo hardware. Craso error. Este mes, se ha lanzado otro vendeconsolas como , cuyo análisis encontraréis unas páginas más adelante, y aún hay previstos muchos exclusivos más para lo que resta de año y para 2024. Imaginamos que serán ya las últimas balas antes de empezar a mover los huevos a la cesta de la sucesora de Switch, pero no ponemos la mano en el fuego…