En las grandes ciudades el regalo del cielo nocturno está vedado», asegura la astrónoma mexicana Julieta Fierro. Más de un tercio de la población mundial no puede extasiarse contemplando la Vía Lactea. Para el 60 % de los europeos y el 80 % de los norteamericanos contemplar una noche estrellada es algo excepcional y se calcula que el 83 % de la población mundial vive bajo cielos contaminados por la luz artificial. Esta contaminación lumínica afecta gravemente al trabajo que se realiza en los observatorios astronómicos profesionales, ubicados en lugares remotos «reservados para instalar las mayores infraestructuras astronómicas, precisamente por gozar de los mejores cielos. Se están viendo amenazados por la creciente contaminación lumínica, poniendo en peligro grandes avances científicos y tecnológicos que contribuyen al avance de la humanidad», sostiene Antonia M. Varela Pérez, doctora en Astrofísica, investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y directora gerente de la fundación Starlight, enfocada en la protección del cielo nocturno.
El 83 % de la población mundial vive bajo cielos contaminados por la luz artificial, contaminación que afecta gravemente al trabajo de los observatorios astronómicos
«La luz artificial se genera localmente, pero se propaga globalmente, a cientos de kilómetros. Las grandes ciudades destrozan sus propios cielos, pero degradan también los de su entorno hasta distancias enormes. Desde el observatorio francés de Pic du Midi, en los Pirineos, se detecta la luz que viene