África, unos dos millones de años antes de nuestra era. Un primate, tras la aparición de un monolito negro, descubre que puede usar un hueso como herramienta, una revelación que le llevará a vencer al clan rival y que le permitirá cazar animales, mejorando así su cadena alimenticia y la evolución fisiológica que esto conlleva.
Minutos después, el primate lanza el hueso al aire mimetizándose en una nave espacial, dando lugar a una de las más excelsas elipsis temporales de la historia del cine. Todo un orgasmo visual acompañado por el Danubio azul, de Johann Strauss. Así nos mostraba Stanley Kubrick, en 2001: Una odisea en, el salto o el camino evolutivo del primate hasta nuestros días y el nacimiento de la inteligencia humana.