CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El pueblo originario de San Miguel Topilejo y sus alrededores, situado a las puertas de la Ciudad de México, es un caldo de cultivo para la delincuencia organizada: la tala clandestina ha convertido los bosques comunales en cementerios ecológicos; es una ruta adoptada como tiradero de cadáveres; proliferan asentamientos irregulares y operan narcomenudistas con su estela de asesinatos y extorsiones.
Se trata del penúltimo pueblo perteneciente a la alcaldía Tlalpan, ubicado entre San Miguel Xicalco al norte y Parres el Guarda al sur, que ante el descontrol de la inseguridad en el país terminó en una zona boscosa atractiva y estratégica para el crimen que opera en las colindancias de Morelos y el Estado de México.
En teoría, los bosques forman parte del Área de Protección de Flora y Fauna Corredor Biológico Chichinautzin, decretada el 30 de noviembre de 1988; sin embargo, el área perteneciente a Topilejo ha sido devastada por grupos de talamontes sin que las autoridades federales, capitalinas y del estado de Morelos puedan frenarlos.
Reunidos en las oficinas del Auditorio Comunal de San Miguel Topilejo, una tarde de julio, luego de realizar labores de vigilancia y