Argumento de ocaso de los grandes monstruos del terror cinematográfico de los años treinta y cuarenta, la película gira en torno a un conde Drácula que busca una cura para su vampirismo a base de transfusiones de sangre y un hombre lobo que acude al lugar para intentar curar su licantropía. Fue nominada a los premios Hugo otorgados anualmente por la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción en la categoría de mejor presentación dramática, pero ese año ganó El retrato de Dorian Gray (1945), dirigida por Albert Lewin.
Constituye un buen ejemplo de la fórmula aplicada por los estudios Universal a sus películas de terror, género en el que había tomado la delantera a otras compañías de Hollywood desde dirigida por Tod Browning con Bela Lugosi como protagonista. Esa película dio comienzo a un ciclo de monstruos que subió de nivel artístico y creativo con adaptación de la novela de Mary W. Shelley estrenada el mismo año con James Whale como director y Boris Karloff interpretando el papel del monstruo creado por el doctor que daba título a la película que luego, arrancando un ciclo que en su primera y más sólida y fructífera fase continuó en 1933 con y dos años más tarde con la secuela que cerró el cuarteto de arranque del ciclo.