Entre 5.000 y 7.000 piezas. En principio solo números, encargos, tareas… No dicen mucho hasta que no se acerca el foco cuando, en realidad, son las cifras de una vida, de una vida entregada a un oficio y modelada por él. Una vida que no se entiende sin el tiempo dedicado a hacer 7.000 sombreros, pongamos, que se verbalizan, se piensan, pasan por las manos, mezclan historias, duran días, duran meses, se enriquecen con otras labores y se tejen, se tiñen, se adornan, se planchan, se humedecen, se presionan, se conforman, se prueban, se modifican, se transforman… y transforman.
“Lo he vivido. He visto esa transformación tantas veces…”. Quien así habla es Charo Iglesias, modista del sombrero, como se presenta. Ella es la de los 7.000 sombreros, la de las miles de horas, la de las muchas décadas y la de toda la vida entregada a ese oficio que transforma. “Y te convierte en otra persona. Sí, sí, por eso muchas veces la gente no se atreve a llevar sombrero. Dicen ‘no, no me queda bien' y yo, ‘¿perdón? Si tienes cabeza puedes llevar sombrero' y la prueba es que antes lo llevaba todo el mundo”. De modo que “cada vez que alguien que no ha usado sombrero o tocado en su vida sale de mi taller con uno y se va contenta y transformada a mí me emociona”.