En sus primeros compases, el destino del Imperio romano estuvo íntimamente ligado a la dinastía Julio-Claudia. Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, los cinco primeros emperadores, estuvieron emparentados entre sí por vínculos familiares y de adopción.
AUGUSTO: EL ARQUITECTO DEL IMPERIO
Si Julio César excavó los cimientos del Imperio romano, se puede considerar a Augusto el arquitecto que diseñó su estructura. Considerado como el primer emperador romano, Cayo Julio César Octaviano nació en Roma en el año 63 a. C. Hijo del matrimonio formado por Cayo Octavio y Atia, sobrina de César, quedó huérfano de padre con cuatro años y fue educado en la pequeña ciudad de Velitras, primero al lado de su madre y después en la casa de su padrastro Lucio Marcio Filipo, destacado político que se había mantenido al margen de las luchas por el poder en tiempos de César.
El joven recibió la toga viril en el 49 a. C., fue nombrado pontífice al año siguiente y en año 47 a. C. ya ocupó una prefectura. En su vertiginoso ascenso a la cima del poder en Roma, César lo adoptó un año después y acompañó a su padre adoptivo durante las campañas militares en Hispania, donde participó como magister equitum, rango militar comparable al de comandante de la caballería. Octavio se encontraba en la ciudad de Apolonia preparando una operación de castigo contra los partos cuando recibió la noticia de la muerte de César. Inmediatamente regresó a Roma para proclamarse heredero. A su llegada supo hacer valer sus derechos y después de superar ciertos obstáculos legales fue presentado ante el pueblo como sucesor de César. Sin embargo, no pudo ejercer el poder en solitario como había ambicionado.
En el 43 a. C., formó parte junto con Marco Antonio y Marco Emilio Lépido del Segundo Triunvirato. A cargo de Octavio quedó el gobierno de Roma y logró hacerse con el poder consular con poderes excepcionales después de «convencer» al Senado haciendo avanzar a sus legiones sobre la capital. Aunque Marco Antonio y Lépido contaban con ejércitos superiores acantonados en las Galias, el triunvirato tenía los días contados frente a las ambiciones mostradas por Octavio. Las fuerzas leales a Lépido desertaron para pasarse al bando de su rival y obligado por las circunstancias optó por el camino del exilio. El 2 de septiembre del año 31 a. C. se libró la batalla naval de Accio, en la que Octavio derrotó a la flota de Marco Antonio y Cleopatra. A finales de julio del año siguiente el ejército de Octavio invadió Egipto. Las legiones de Marco Antonio apenas opusieron resistencia antes de desertar en masa. Con todo perdido, el amante de Cleopatra se suicidó arrojándose sobre su propia espada, dramático final que permitió a Octavio hacerse con el poder absoluto.
En el año 27 a. C., el Senado concedió al nuevo amo y señor de Roma el honor de poder usar el de Augustus, que podría traducirse por «sagrado». En el plano personal, sus matrimonios fueron de conveniencia por razones políticas hasta encontrar el amor. Claudia, su primera esposa, era sobrina de la mujer de Lépido, que se la ofreció para sellar una alianza imposible. Augusto nunca consumó su matrimonio con Claudia, de la que se divorció argumentando que le resultaba molesta y