A travesaba cada día aquellas calles empedradas de Città di Castello al salir de la escuela. Recorría decenas de palacios renacentistas de origen toscano casi sin reparar en ellos. La belleza de aquel pequeño pueblo medieval de la Umbría italiana podría ser casi comparable a la suya propia. Era aún una adolescente, pero ya parecía casi descrita por Nabokov. De las clases iba directa hasta su casa, donde su madre le tenía preparada la comida. Y justo en la sobremesa, encendía aquel aparato catódico que sólo tenía dos botones. Suficientes. Sintonizaba la RAI y entraba en aquel mundo onírico que la transportaba a la romana Piazza Vittorio en de Vittorio De Sica; o acompañaba a una escultural Sophia Loren hasta la Ciociaria de o a Ingrid Bergman por un de Roberto Rossellini; se zambullía en la Fontana di Trevi junto a una Anita de Fellini, y hasta cruzaba la vista al país galo en las cintas míticas de Carné o Truffaut. Si algo bueno tenía la televisión en aquellos finales de los sesenta y principios de los setenta era la reposición de las narraciones fílmicas más bellas de todos los tiempos. Y ahí, entre Cardinale, Magnani, Loren, Mangano oVitti, creció ella… Pocos podrían imaginar entonces que también su apellido se escribiría con letras de oro en la historia del cine: Bellucci.
Monica Bellucci
Aug 18, 2023
6 minutos
ENCONTRÉ EN TIM [BURTON] UN ESPÍRITU MARAVILLOSO. CONOCÍ UN ALMA ESPECTACULAR CON UN MUNDO DE ENSUEÑO
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