@Rafaikkonen
Shigeru Miyamoto es uno de los mayores genios de la historia. Eso es un axioma universal que nadie puede refutar. Donde otros sólo ven cosas cotidianas sin mayor interés, él siempre ve una inspiración con la que hacer videojuegos, especialmente si ese algo está relacionado con la naturaleza, como sucedió con The Legend of Zelda en los años 80 y, unos quince años después, ya más adulto, con Pikmin.
Y un servidor se pone a sí mismo como ejemplo. Hace apenas un par de semanas, yendo por. Miyamoto vio una estampa idéntica y, en vez de limitarse a la evidencia o a pensar en la luna de Términa, caviló cómo aplicar aquello a un videojuego. Inicialmente, fue con una demo técnica para GameCube llamada , que mostraba simultáneamente a dicho número de fontaneros. En la etapa de testeo del cubo morado, Miyamoto deseaba animar objetos tanto como fuera posible, en tanto que su equipo quería hacer un juego en el que controlar a diez o veinte personajes a la vez. Fruto de las discrepancias, nació un proyecto que se llamó . Aquello era casi un simulador de Dios, pues se limitaba a ver la vida de unos personajillos, pero, entonces, entró en juego la citada idea de las hormigas.