a teoría del inconsciente ha cumplido más de un siglo. Buena parte del pensamiento de la pasada centuria es deudor del hallazgo de Freud. No solo la psicología, asimismo la filosofía y el pensamiento en general, incorporaron la teoría del inconsciente de Freud y la convirtieron en motivo de reflexión. A partir de entonces quedó claro que muchos de nuestros comportamientos escapaban a la voluntad consciente, que la psique poseía una parte soterrada que era la culpable de las psicosis, neurosis y lapsus de todo tipo. A pesar de su naturaleza esquiva, el psicoanálisis (y sus sucesivas escuelas, la lacaniana entre ellas) prometían adentrarse en esa para roturarla y trazar un mapa que permitiese su navegación. Pasado, como decimos, más de un y aplicaciones acerca de nuestra actividad, y lo que los algoritmos pueden hacer a partir de ello: sugerirnos y recomendar productos, avivar (todavía más) las llamas de nuestro deseo. Queda claro, entonces, que ambos inconscientes no son en modo alguno estancos. Existe un proceso de retroalimentación que los entrelaza. Las similitudes entre ambos son evidentes: la pulsión asociada al deseo y la violencia del ello, el veto cuyo representante es el superyó. La diferencia entre el inconsciente y eso que llamamos exoinconsciente no solo radica en la ubicación (interior/exterior), sino en la velocidad de actuación, mucho más rápido el segundo que el primero. Dice a propósito Bernard Stiegler:
¿EXISTE UN INCONSCIENTE TECNOLÓGICO?
Jul 21, 2023
4 minutos
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